Las palmas

Las palmas de mis ojos
están rojas de tanto aplaudir llanto destinado.

Lloré tontamente amargura
cual despedida abrazada a mi alma
en este despeje de la nubes
cuando fuiste al cielo sin mí.

Las palmas de otras manos
secaron de cariños mi dolor pausado de tormentas.
¡Ay! ya se fundieron las esperanzas de mi calma.

Suavidad
quisieron tu manos consentirme el dolor.
Y fue así como se encontraron nuestras palmas,
tú en mis ojos,
mis ojos en tus manos.

Hoy no conocieron ellas el suelo
pues sostuviste mi rostro,
y con tu dulzura,
apagaste las aguas de mis palmas
sembradas en la tierra triste de mi mirada.

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