Las dos de la madrugada...

Son las dos de la madrugada en mi condena,
con boli en mano, dejando mi huella.
Son las dos de la madrugada en mi estela,
el frío que cala huesos,
reposa sobre mi libreta.

Mi madrugada siempre estuvo echa
para con el calor de la luna
evocar mis letras,
y mi muñeca luce ya desecha,
por las miradas que cruzan mares
y lo aprendido que el alma enseña.

Compañero de mi celda,
vagabundo de las sombras
que viajan por la tristeza.
Compañero de certezas,
que escribe con el corazón
mientras la razón se queja.​