La joya olvidada

La tarde estaba gris, plomiza la esperanza,
el cielo aún llovía, la bebida abundaba.
Llegaste a donde estaba pasmado en la nostalgia,
me pediste un cigarro y el fuego de una llama.
Sin voltear a mirarte cumplí con tu demanda,
molesto de sentir que no te retirabas.
Con mirada de hastío, mostré frente a tu cara
el anillo en la mano de compromiso atada.
Tan solo te reíste y no dijiste nada,
de mi dedo quitaste aquella joya hadada,
sin mover de mis ojos tu pícara mirada
la pusiste en la copa y bebiste callada.

No podía yo creer tu actitud descarada
pero fue tu osadía de forma tan osada
lo que rompió el hechizo que a mi ser enfermaba
y después del momento de la asombrosa trama
se rompió la nostalgia, el silencio y la calma.
Entre risas y cantos de primordial entraña
continuó aquel encuentro y la noche cerraba.
Me pediste coqueta que a tu casa llevara
tu cuerpo, aquella fiesta y el deseo de mi alma.
Terminamos desnudos en medio de tu sala,
nos cogió la mañana tendidos en tu cama.

No sabía que decirte cuando me retiraba,
tú no dijiste nada, tu dedo señalaba
una copa vacía y una joya gastada.
A su lado una vela sobre una calavera,
una rosa, una carta y una lista de espera
con la fecha marcada de una forma tan clara
que en el acto en mi mente la bruma disipara.
La luz de la mañana rompió por la ventana,
por mis ojos entraba la claridad temprana.
Me despedí en silencio, tú no dijiste nada.
Te agradezco el encuentro, la libertad de mi alma,
la copa ya vacía y la joya olvidada.