Junio para matar y amar.

JUNIO PARA MATAR Y AMAR…
Relatos de Macondo.
Gabriel García Márquez no menciona el nombre de la madre de Úrsula Iguarán, pero sí hace una exhaustiva descripción, de cómo atemorizó con historias de concepciones inadecuadas, anatómicamente, por haberse casado con su primo José Arcadio Buendía: “Hubieran sido felices desde entonces sí la madre de Úrsula no la hubiera aterrorizado con toda clase de pronósticos siniestros sobre su descendencia, hasta el extremo de conseguir que rehusara consumar el matrimonio.”
Siempre es placentero quedarse en la imaginación del Nobel de Literatura. Dice que para evitar que su esposo la violara dormida, usaba un pantalón rudimentario de lona… Reforzado con un sistema de correas. Definitivamente la madre era temerosa de una anatomía atolondrada, desprovista de la mano de Dios, y por supuesto temerosa de tener nietos amorfos. Pero el marido desesperaba y en las noches se producía una lucha libre, uno por lograr un orgasmo, y la otra por el miedo, que producían los pronósticos de su temerosa madre.
La comunidad rumoraba, había algo anormal en aquella pareja. “Úrsula permanecía virgen un año después del matrimonio…”
Pero el pequeño detalle, es que los vecinos consideraban, que José Arcadio era impotente, y eso sí era deshonroso y en una circunstancia de esas que son ineludibles, Prudencio Aguilar cuando vio a su gallo perdido, por la navaja del gallo de José Arcadio, le grito: “Te felicito; a ver si ese gallo le hace el favor a tu mujer…”
En una comunidad disminuida demográficamente, y con una infraestructura menor, este grito, no podía quedar indemne.
La lanza que perteneció a su abuelo, reprodujo y organizó el honor de José Arcadio, atravesando la garganta de Prudencio, quien había esperado al vilipendiado hombre, que tenía alma de poeta; y corazón de gitano.
Dice Gabo, que José Arcadio, llegó esa noche a su habitación, cuando Úrsula se instalaba el pantalón famoso en esa habitación y clavó la misma lanza, con la que su abuelo; el primer Aureliano mató a los tigres, y con la que ultimó a Prudencio y le dijo a su mujer: “Tú serás responsable de lo que pase… Sí has de parir iguanas, criaremos iguanas…”
Gabo adorna la circunstancia, hablando del mes de junio y de la luna, yo agrego, piel, dedos, flujos, y el fantasma de Prudencio, que estaba sediento y con deseos de poner un apósito en el hueco de su garganta…
augus

 

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