Incitación a la inteligencia, incitación al corazón

¡Ay! ¡Qué hermoso, qué belleza, qué rutilante, cuando el verbo de las plumas más elevadas, firmes como la espada de un romántico macedonio, clavan esplendente mirada en las acciones de los imberbes! ¡Ah! ¡Qué primor, qué gallardía, qué atractiva subliminidad magna de cuyos eritreos corazones fulgen en la palestra!, espíritus de una lindeza sutil cual la caricia de una brizna en el dorado crepúsculo que sin embargo exhíbense terribles frente a la tiranía del opresor, ¡ah!, divinidades en la tierra que si las hay...