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El viaje de Tomás Salvatierra (final de la primera parte)

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por Nicolás Bascialla, 7 de Noviembre de 2025 a las 9:21 PM. Respuestas: 1 | Visitas: 18

  1. Nicolás Bascialla

    Nicolás Bascialla Poeta recién llegado

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    La historia comienza aquí:
    https://share.google/oMtR2bKF7e4kix1S3

    Generalmente, las meditaciones eran antes de dormir, pero esta vez Darek y Tomás meditaron a la mañana.

    Tomás ya sabía que pronto partiría hacia el castillo. Practicaron con el arco, cortaron leña, comieron como cualquier otro día.

    —Hay algo importante —dijo Darek—. ¿Sabés cómo supe que te atacaban piratas? Hay algo que tenés que saber antes de irte. En este bosque, algunos árboles hablan. Son los guardianes de los otros árboles.

    Darek señaló un viejo roble, sus raíces profundas y nudosas.
    —Mirá, Tomás —dijo—. Algunos árboles hablan. Son guardianes del bosque, dríades que viven entre sus ramas y hojas.
    No se oyen con los oídos, sino con otra parte de vos. Con la paciencia, el respeto y el silencio.

    Tomás inclinó la cabeza, tratando de sentir lo que Darek decía.

    —Cada dríade tiene su árbol —continuó Darek—. Y cada árbol cuida algo: la tierra, los animales, incluso a nosotros.
    Si aprendés a escucharlas, sabrás cuándo el bosque está en calma y cuándo algo lo amenaza.

    El viento agitó las hojas del roble.
    Tomás creyó que escuchaba un susurro, como un murmullo antiguo que decía: “No tengas miedo, sigue tu camino”.

    Darek sonrió apenas.
    —Eso es —dijo—. No todas las enseñanzas vienen de palabras. Algunas se sienten.
    Hoy emprenderás tu viaje, y si algún día necesitás ayuda, recordá estas voces silenciosas.

    El sol ya estaba alto cuando Tomás cargó su arco y su mochila.
    Darek lo acompañó por un rato, hasta que finalmente lo dejo.

    —Recordá lo que hablamos —dijo Darek, señalando los troncos y las raíces que parecían murmurar entre sí—. Escuchá al bosque, y no olvides que algunas cosas solo se sienten.

    Tomás asintió, sin palabras.
    El silencio entre ellos no necesitaba explicación; era un puente que unía lo aprendido con lo que estaba por venir.

    Cuando llegaron al final de la sombra de los robles, Darek se detuvo.
    —Hoy sos la flecha —dijo—, yo ya no soy el arquero. Confío en vos.

    Tomás respiró hondo, ajustó la mochila, y dio el primer paso hacia el camino que lo llevaría al castillo.
    Miró atrás, pero Darek ya estaba entre los árboles, vigilante y sereno, como si el bosque mismo lo ocultara.

    Tomás caminó solo por el bosque, tranquilo, mientras la luz del sol comenzaba a caer entre las copas.

    De repente, escuchó una voz femenina, suave y clara:
    —Si caminas de frente, te atacarán cuatro piratas.

    Tomás no dudó. Avanzó sabiendo del ataque.
    Cargó el arco, respiró hondo y soltó una flecha que dio en el brazo de un pirata escondido entre los arbustos.

    El hombre soltó un grito y retrocedió, cayendo entre las raíces.
    Sin perder tiempo, Tomás tensó otra flecha, apuntando a un segundo atacante que se asomaba por un claro cercano.
    El bosque parecía contener la respiración, como si cada hoja lo estuviera guiando.

    El tercer pirata salió corriendo desde la derecha, pero Tomás ya había calculado su trayectoria.
    Con un movimiento rápido, la flecha lo alcanzó en la pierna, obligándolo a caer.
    El cuarto, el más alto, intentó sorprenderlo desde atrás, pero Tomás giró apenas a tiempo.
    La última flecha le rozó el hombro, y el hombre gritó, dejando escapar la espada que llevaba.

    Tomás guardó el arco y combatió con golpes de puño hasta que los piratas escaparon entre los árboles.
    En medio de la pelea, pudo reconocer a dos de ellos: eran los mismos que lo habían atacado anteriormente.
    Pero esta vez él no era el mismo.
    El miedo ya no lo dominaba.
    Ahora era un arquero, un discípulo de Darek, entrenado para moverse con calma y precisión.

    Respiró hondo, sintiendo el pulso firme de sus venas y el corazón latiendo sin prisa.
    Los piratas habían huido, y el bosque parecía devolverle un susurro de aprobación, como si las dríades de los robles hubieran observado el combate desde las sombras.

    Tomás se incorporó, ajustó la mochila y miró hacia el camino que se abría más adelante.
    Cada paso que daba era un recordatorio de lo que había aprendido: paciencia, atención, y la fuerza que nace de la confianza en uno mismo.


    El castillo lo esperaba, y con él, nuevos desafíos y maestros
     
    #1
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  2. Alde

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    Una gran historia que absorbe lecciones de confianza y paciencia.

    Saludos
     
    #2
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