El vacío es un hombre

Comienzo a trazar una lengua en la pared, que es la mía.
Sólida, como las nubes del crepúsculo en la boca de Shiddhartha
que se entreabre en el espacio que existe sobre la palma de la mano
sobre el sonido verde de una bocanada de papel urgente.
Atravieso el último suburbio del cielo terrenal con la palabra desnuda
donde los arlequines de barro descargaban su demencia
y una noche, descolgada de la puerta, termina de extinguirse.
Desando una constelación de compañías necesarias
que se esfuman con el humo del cigarro sobre los viejos callejones
mientras el juguete rabioso dibuja una rayuela en la entrepierna.
Babilonia habla de amor cuando permanece callada
con los poros de Góngora brotándole en la piel
como sustrato interminable del vacío no vacío.
Tropiezo sobre la humanidad negra que inunda este desierto
cuando las mamushkas son mi cara adentro de otra cara.
Y más allá hay otro hombre que es el mismo hombre.
En los ojos de ese hombre: el vacío, que puebla el universo.

 

Gran poesía, fantástica muestra de hermosura.