El Tiempo: Sagrado Misterio

En el sobrecogedor descubrimiento
de la marcha enloquecedora de las horas
vivo, muero el terrible desafío del tiempo,
con temor sin refugio por lo inasible,
con angustia sin alivio por lo pasajero,
con miedo sin consuelo por lo irremediable,
sin comprender su magnitud inconmensurable,
sin entenderlo como patrimonio inestimable,
como único recurso gratuito y cierto,
incomprable, irrepetible, irremplazable,
que para lo más y para lo menos,
quiera yo o no lo quiera, hasta el último instante,
con él tengo que contar, resignado,
en lo trascendental y en lo rutinario,
en lo pueril y en lo extraordinario,
y hacer de mi ayer y de mi hoy un solo canto terminal.

Recurso invalorable de libre disposición,
es el tiempo, inmerecido regalo,
increíble, inaceptable, insensatamente,
no considerado en su valor exacto;
formidable, infalible, fuerza invisible
que lo domina todo poderosa,
que nada humano puede oponérsele
ni ser, estar, llegar, terminar en el pasado,
en el presente, en el futuro, desapercibido.
Como la gravedad, inmutable,
como la muerte, incontrolable, inexorable;
como la vida, eterno, indefinible,
segundo a segundo con las lágrimas
de mi existencia, en su quehacer callado,
conforma un collar de gotas pasajeras,
cuentas frágiles que engarzadas,
fundidas, soldadas no se sueltan,
sólo inquietas se apiñan en la pirámide truncada
de mis realizaciones grandes y pequeñas,
con enormes vacíos entre ellas,
llenos de mis ratos desperdiciados,
de mis momentos olvidados,
de mis anhelos postergados
de mis recuerdos encadenados.

Aliado de la evolución eterna, el tiempo
es el sagrado misterio, inescrutable,
omnipresente, omnívoro, omnímodo;
perfecto en su movimiento sin principio, sin final,
extraordinariamente equitativo y justo,
terriblemente paciente pero implacable.
Contra el tiempo, insufrible, inapelable, dios,
batallan, lentas, impasibles, señalándonos,
mi pereza, muelle esponja que la acción adormece;
mi molicie, mortal error, que consume
la supervivencia de mi vida misma;
la inercia y la dejadez, que desdicen
de la condición de mi inocente ser, casi víctima,
del paso de las horas inclementes.
Si de algo doloroso he de arrepentirme,
aunque innecesario por lo imposible,
es de haber ofendido al tiempo,
consumiéndolo, gastándolo, en vano,
sin la rigidez de mi último inventario,
con mi irresponsabilidad de gastar lo ajeno,…