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El nudo

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por cristobal monzon lemus, 10 de Diciembre de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 653

  1. cristobal monzon lemus

    cristobal monzon lemus Poeta que considera el portal su segunda casa

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    EL NUDO
    Una menara de vivir.

    Es increíble, los que le voy a contar, dijo el parlamentario; no le encuentro sentido a mí vida, en realidad creo que es un laberinto. Esto viene desde que me trajeron al mundo, aún y cuando casi ya no nacía. Vivía mí madre en un lejano lugar, muy próximo a una montaña, donde la gente era muy escasa. Fui prematuro a consecuencia que, cuando mí madre empezó con dolores, ninguna persona alrededor se encontraba, de donde ella vivía. Según me contaron, cuando yo, ya tenía razón, y entendimiento, que por esos lugares llegó una mujer extraña, sospechaban se dedicaba a la brujería, iba o venía de realizar algún trabajito. Siguen diciendo las gentes que la vieron, en esa oportunidad, que venía acompañada de un hombre, supuestamente su hermano y que mi madre les dio posada un par de noches, y por coincidencia cuando yo estaba por nacer, y por ser la única que andaba cerca, ella asistió a mi madre, quien falleció por falta de asistencia, quedó muerta y abandonada. La bruja acarreo conmigo, me llevó hasta donde ella vivía. Me crió, sin cariño, cuando me enfermaba, me curaba con pócimas y otros brebajes. Me di cuenta que en cuarto un lugar sin luz, donde yo dormía, en un rincón, tenía muchos cuadros de santos, candelas de color negro, entre otros colores, que ella encendía en la noche cuando yo dormía. De día encendía brazas y algo producía mucho humo, tenía muñecos de todos tamaños, fotografías, cruces de madera con alfileres ensartados. Supe después que su hermano también era brujo, y la noche en que mi madre les dio posada, quedó embarazada, en consecuencia era mi padre. Era muy raro que él llegara pues trabajaba en un pueblo muy lejos, como enterrador de cadáveres en el cementerio. A los trece años me fugué de aquel cuarto donde vivía. Me fui caminando sin rumbo fijo, hasta un lugar donde había mucha gente. Tenía hambre y un señor que cuidaba unos cerdos me dio de comer, me pidió me quedará con él como su ayudante. Al siguiente día salimos a otro pueblo para irlos a vender. Así crecí, así me crie vagando, hasta que llegué a la ciudad, pero todos desconfiaban de mí, porque andaba sucio, descalzo y con la ropa raída, hasta que una hermana de la caridad me llevó a una casa, donde habían más jóvenes como yo. Me bañé con jabón de olor y me dieron ropa limpia. No duré mucho tiempo en esa casa, porque los demás se burlaban de mí, por mí cabeza en forma de lancha, y desde aquel día he trabajado de todo, en muchas partes con diferentes gentes. Como no sé, ni leer y escribir, se hace más difícil mí existencia, nadie me quiere, nada me sale bien, tengo mala suerte, a todos les caigo mal, he intentado matarme, me han hospitalizado, pero no me muero. Yo siento que mi vida es un nudo ciego muy apretado, no veo la luz por ningún lado. Tengo la facultad de curar ya lo he comprobado, algunas personas lo saben y me han buscado, con lo que gano pago el alquiler del cuarto donde vivo, pero es muy poco lo que gano, y la gente que lo sabe. Me dan ganas de poner un rótulo en la puerta, pero no sé cómo hacerlo. Yo te ayudo fue el ofrecimiento de su único amigo, es más te consigo clientela, pero vamos por mitad de las ganancias. Aquel era un vago y vio la oportunidad de vivir, del supuesto conocimiento del supuesto curandero. Se movilizo el intermediario y visitó lugares donde habían enfermos desahuciados. Los convencía y los llevaba. El curandero se había instalado al estilo de su madre adoptiva e inventaba una serie de bebidas exóticas, masajes y limpias, más oraciones y toques corporales, y demás trucos inventados. Hasta que les cayó la policía, después de tres pacientes fallecidos, por una toma de hierbas venenosas. Ahora dice estar contento, cuando menos tengo dice, comida y cama gratis sin hacer nada. El amigo trata de convencer a los otros detenidos enfermos, que visiten al brujo.

    Cristóbal monzón lemus.

    respiro luego escribo.
     
    #1

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