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Diario Intimo

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Nat Guttlein, 7 de Diciembre de 2025 a las 10:59 PM. Respuestas: 1 | Visitas: 33

  1. Nat Guttlein

    Nat Guttlein さん

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    Mujer
    Cómo se comienza una carta? Es casi como preguntar, cómo es que se escribe tu propio nombre, o al menos eso viene a mi mente cuando la duda surge en voz alta y grita tan alto, que no la puedo ignorar.

    Hacía mucho tiempo que llevaba sin redactar algo, creo que todo comenzó cuando los pensamientos en mi cabeza se vieron opacados por la realidad tan inquieta que me rodea, quizás pensaras qué son excusas, suelo verme rodeada de ellas. Para evitar ir a diversos lugares donde no deseo estar, o simplemente para no desarmar todo ese rompecabezas constante y defectuoso, que es mi propia conciencia, un poco ya marchita, me temo. Alguna vez te contaron, que algunas plantas pueden sobrevivir días sin ser regadas, porque saben auto abastecerse? Que paradójico, verdad? Yo llegué a pensar muchas veces en mi vida, que el amor se trataba de ser algo parecido a ello. Y es que la necedad llega a ser muy similar a cuando queres dejar un vicio, sabías? Los pensamientos te aturden, llegan a ser tan incesantemente pesados, que unos auriculares en tus orejas, a diario te liberan de aquello que te persigue en la agonía del silencio de tu propia habitación, porque escuchar una canción pegadiza es mucho mejor, que ser victima de lo que tu propio cerebro susurra a gritos y lo que tu alma, en agonía, puede soportar, en esos momentos en los que como un desahuciado, al pie del abismo y con un cáncer atroz, puede sentir.

    Hablé mucho y no dije nada, cierto?...

    Cierto es, que últimamente me siento de esa misma forma, hablando mucho, gesticulando demasiado y al mismo tiempo, no diciendo nada en concreto. Es que aunque las palabras se me suelen atravesar con tanta facilidad para algunas cosas, se me vuelven hechizos inentendibles cuando del amor se trata.

    El amor, que cosa tan peligrosamente bella. Es aquello que te mantiene en el cielo mismo, para luego dejarte caer sin un dejo de duda, en el mayor de los infiernos. Pero, porque culpar al sentimiento, al afecto o a la flecha de cupido, si en los mayores casos, quien nos duele es la persona que tenemos al lado, en conjunto con el monstruo que se forma dentro del pecho cuando lo vemos a los ojos, o escuchamos su voz.

    Nunca me había detenido a pensarlo, o mas bien, a lo largo de mis veintitantos años de vida, quizás y con una pequeña lista de amores a olvidar, lo supe ignorar y seguir mirando solamente lo que mi ego me decía que era correcto. Pero que paradójico, que gracioso y penoso, suele ser el karma. Me jactaba de ser tan dura, maciza y temible ante el que mirase en esas partes de mi alma, que no quería mostrar, hasta que en un determinado momento, la vida siempre se encarga de ser tan buena maestra, como para darte la lección que mereces, hacerte dar la cara contra el pavimento y recordarte lo ínfima que sos, ante la persona que sepa mover las piezas de tu tablero de ajedrez.

    Jamás entendí lo que era amar sanamente, y ahí te preguntaras, existe realmente una forma correcta de querer? Pues que te puedo decir yo?, simplemente comencé mi vida, tomando lecciones sobre como se quiere a otro, a costas de las pocas migajas de ternura que solían caer al piso, de un hogar completamente roto y sumido en ruinas. Frío y gélido, sin un corazón latente. Mi vida en resumidas cuentas, fue mas sobre estar con gente a la que repetirle un “gracias”, que acostumbrarme a escuchar un “te amo” salido de mis propios labios. Las muestras de afecto venían acompañadas en su mayoría, por algo material, jamás en conjunto solo y únicamente de un abrazo o un mimo.

    Que vida tan triste y solitaria, pensaran algunos si tuviesen la desdicha, o la fortuna atípica de leer esto, cierto? Si tengo que ser sincera, solo una persona me gustaría que leyese todos los sentimientos que estoy desnudando en estos simples párrafos, y no porque mezquine mis opiniones al público en general ni mucho menos, es más, suelo ser demasiado comunicativa y verborrágica cuando de eso se trata. Es más, un deseo un poco inundado de sentimentalismo, melancolía, con dejos de avaricia, lo mío.

    Dentro de poco se va a cumplir un año, pensarás, de qué? De haber renunciado a un trabajo que pagaba poco y exigía mucho? De haberme animado a ir al médico? No, nada de ninguna cuestión que tenga que ver conmigo, sino de todas aquellas que supieron poner mi corazón en marcha, cuando de conocerlo, se trataron. Muy probablemente te estarás preguntando si se trata de un él, y si, podría responderte muy sencillamente, si para mi en estos momentos se tratase, que de simplemente un “él”, se hubiese tratado aquello de lo que vengo siendo testigo.

    Ni siquiera recuerdo el clima exacto o la hora que figuraba en el reloj de muñeca que suele estar sobre el mueble. Pero, vaya que se te suelen poner por demás de livianos los minutos, cuando en la vida se te cruza aquel ser, que reconoces aunque la necedad te quiera convencer de lo contrario, que puede armarte y desarmarte como a un castillo de ladrillos lego, con la facilidad que se suele decir, “me pasas la sal?”. Que podría decirte acerca de él? Muy probablemente lo estés mirando como se observa a un ser todopoderoso, si acabas de escuchar que pudo desarmarme a mi, o a todos los muros con los que rodee mi alma. Pues si, en parte así es como comencé a verlo, cuando de conocer a alguien con mi temperamento, se trataba.

    En muchas ocasiones, cuando cruzábamos palabras, a lo largo de los días, semanas y meses, su forma de ser comenzaba a recordarme al cuento de Sísifo, lo recordas me imagino. Aquel hombre que supo subir una piedra gigante sobre sus hombros, por montañas enormes, una y otra vez para poder experimentar una y mil veces, lo necesario para aprender y luego al final, morir. Él siempre me lo recordó, desde que lo conocí muy pocas veces fui testigo de que fácilmente se rindiera con algo o alguien. Mi versión soberbia, la que a diario me suele dictar desde como cepillar mis dientes hasta como se escribe mi nombre, se quedo muda, observando que frente a sus ojos color café, tenia a una persona tan asombrosa y testaruda.

    No busco plasmarte un cuento de hadas ni una novela romántica sobre como me enamoré, porque la mayor parte del tiempo desde que me lo crucé, fueron días de completa agonía. Se dice que cuando el amor te llega, te elige y no te suelta, principalmente cuando llevas años sin querer encontrarlo, con él, esa simple creencia se hizo real. Mi tormento no se acababa cuando le decía adiós, o un buenas noches y que te vaya bien, el suplicio continuaba con todo lo que en mi cabeza retumbaba, cuando no lo tenia en mi campo de visión. Era ajeno a mi, a una persona cuyo corazón de hielo se estaba derritiendo de a poco, y se asustaba cuando uno de los cristales se caía al piso, demostrándole que todo eso que había sabido construir, se podía desmoronar con tan solo una palabra salida de su boca, o el recuerdo de un gesto dulce, que de tan acaramelado e inocente, lograba dejarme noches enteras observando el techo de mi habitación, creyendo que encontrarle una forma a las manchas de la madera que lo rodeaban, era inclusive mucho mas fácil que descifrarlo a él. A este ser raro, extraño y único. Que se manifestaba como monstruo destructor. Si, devastador, porque así se observaba desde el rincón en el que yo me encontraba escondida, intentando no hacer ruido, para que su cariño y su bondad no me encontrasen.

    Un demoledor de voluntades y un maestro eficiente, a la hora de arrebatarme el sueño y los miles de suspiros que se escapaban de mi boca, cuando aún y con pesar, me encontraba pensándolo, teniéndolo ahí sobre un escenario, investigando inclusive que palabras lo hacían sonreír, para poder comprenderlo y desarmarlo.

    Parte por parte, si, porque era lo único en lo que podía reparar mi insolado raciocinio, con sus palabras y lo poco que entendía de todo lo que me decía. Era tan enigmático para mi, como si de leerme un libro en chino se tratase. Mi corazón flaqueaba, me pedía algo que mi conciencia adolorida, no quería darle, porque el pasado dolía mucho aún y las heridas infectadas a causa de varios malos amores a olvidar, seguían liberando una pus tan pestilente que a él, no quería enseñarle.

    Mostrarle, si, era lo único que pensaba. Ya fuese que lo quería, no, eso no. Jamás podía enseñarle lo mucho de todo lo que sentía. Porque probablemente si lo hacía, él se riera o llegase a lastimarme de la misma exacta manera, que todas aquellas personas que habían jurado no hacerlo. La mochila pesa mucho cuando uno no suelta el ayer, verdad?

    Y es que la mía estuvo siempre repleta de porquerías a descartar. Sentimientos, miedos, culpas y una que otra carta de amor, a corazones que quizás no sabían leer. Me encontraba rebalsada en pensamientos que me apabullaban. Cosas que quería soltar, la vida que seguía pegándome, una depresión que me respiraba a diario en la nuca y un muchacho que me vigilaba en el inconsciente.

    No hubo un día en el que no fuese victima de mis maldiciones, me agotaba completamente sin siquiera estar presente, sin un hola de por medio o inclusive un sonido molesto. Solo con ser como era, me dejaba en la ruina, me llevaba volando por el aire para luego tirarme en el medio de un desierto repleto de él, de sus formas, de sus características formas de expresarse y todo lo demás, que nunca pude replicar.

    Probablemente te estarás preguntando, como es que pude enamorarme de alguien que inclusive los dolores de cabeza mas terribles me producía, pues, que te puedo decir o explicar yo, si como dice aquella frase de galleta de la fortuna barata, “el corazón tiene razones que inclusive la propia razón, no comprende”. Mi universo estaba calmo, gris y sumido en un mutismo que se tornaba enfermizo de tan amargo, pero él, sin saberlo, con simplemente aparecer como un nombre mas, lo desfiguraba por completo. Ese siempre fue su don, esa fue la razón por la que quizás, luego de tanto maquinar en mi consciente, la obsesión silenciosa se apoderó de todo lo que creía que estaba bien.

    El cariño se termina en donde comienza una manía, una especie de obstinación. Eso siempre me repitió mi madre, que en cuestiones del amor, a pesar de ser una terrible alumna, siempre supo ser una excelente maestra. El golpe a la realidad fue terrible. Esa noche dolorosa, en donde tropecé con lo que a diario luchaba por esconder, se paso mejor con unos cuantos tragos, una caja de cigarros y la cama de un desconocido que supo hacerme sentir tan mal, como para olvidar por unos momentos, eso que noches después, me llevaría a derramar las suficientes lágrimas como para no poder refrenar nunca más, la catástrofe que le siguió.

    Estaba irremediablemente enamorada. Suena raro, no? Un ser ajeno a toda representación de amor, y que siempre busco formas posibles de no experimentarlo por miedo a no saber que hacer o decir, estaba en el medio de un campo de batalla, frente al hombre que añoraba, temiéndole mas a su mirada y a sus abrazos, que al revolver que quizás podía acabar con su vida. Los días pasaban y la angustia se repetía como una canción, porque como siempre había sabido decir mi madre, el amor y la obsesión nunca van de la mano. Yo lo sabía porque a pesar de todo el alcohol que a diario consumía para perderme, hay ciertas palabras que son como bombas nucleares, que una vez explotan, dejan un rastro tras de si, tan arrollador, que suele ser complicado de evitar o pasar por alto.

    Yo lo amaba, y esa parte maquiavélica de mi pensar, lo necesitaba enfermizamente como quien es aficionado a un equipo de futbol y pasa los días del resto de su vida, siguiéndolo como una sombra. Mi amor era impuro, era enfermo, mórbido. Que de tanto abarcar y mancharlo todo, se escondía en frases que lastimaban porque la distancia, ayuda a que las heridas mas obvias inclusive, no se vieran con tanta facilidad.

    Mi amor era tan egoísta, que inclusive aunque rezaba a diario para que él lo rechazara, se relamía los labios cuan lobo feroz ante la oveja, cuando sus muestras de afecto se hacían mas intensas. Sus palabras eran como la droga para el adicto, porque aunque sabía que no las merecía, las quería y las ansiaba mas que el vicioso al alcohol. Me llenaban de dicha, pero quería inclusive más, porque solo palabras no me servían para todos los pensamientos pecaminosos que encerraban mis pecados.

    Como el manotazo de un ahogado, sufría momentos de conciencia, en los que la distancia que ponía de por medio, me servían para que él doliera, agonizara y se marchara, pero como su corazón era lo suficiente puro, lleno de amor, volvía a mí y la adicción se reiniciaba, como una cuchara de crack, caliente y lista para entrar en tu sistema.

    Así fue siempre, inclusive en los momentos en los que me aferre a la idea de irme, de lastimarlo, como lo hice, a sabiendas de que yo agonizaría aún el doble, con la pesadez que su ausencia me corroía en mis días. Mi vida seguía, como un casete repetido, como siempre había sabido ser, con la diferencia de que ahora algo se había modificado, porque ese sentimiento extraño y que desconocía, era un reto que en mis momentos mas oscuros incluso, yo luchaba por entender.

    Él era ese motivo. Inclusive las letras y sílabas de su nombre se asemejaban a la palabra “amor”. Lo geométricamente perfecto, era algo que buscaba siempre, la obsesión seguía, si, jamás dejaría de latir, pero había movido ciertos engranajes como para destruir esa barrera que me impedía comprender aquel sentimiento. Luche, me caí y me dolió, lo hice mal, lloré, me enoje y me levante. Era eso en un bucle que no terminaba. Era eso que a día de hoy no se termina, porque aunque suene en alto, esa maldita obsesión que me lastima y me deja cicatrices horribles en el cuerpo, es aquello que lucho constantemente para poder vivir.

    La felicidad no sonríe a los necios, dirían por ahí. Suelo jactarme de ello, principalmente cuando miro al futuro lejano que deseo, y como se vuelve a desmoronar con cada pieza del ladrillo, que se me cae de las manos.

    Él lo es todo, y creo que aunque decidiera no continuar a mi lado viendo como fallo ante el miedo y el enojo, mi corazón jamás dejaría de quererlo. Porque su amor es tan precioso, tan dulce y único, que inclusive al monstruo mas temible del mundo, lo haría sentirse cómodo en un sitio tan simple como una mesa, con dos tazas de café y su voz, sus palabras y sus gestos.

    Su forma de ser es igual de complicada que la mía, pero es un experto en desarmarlo todo y volverlo a armar para que duela menos.

    Sus muestras de afecto son tan puras y enormes, que inclusive aunque la misma luna cayese, no estaría a la altura.

    Todo en él suele ser tan odioso la mayor parte del tiempo, que te acostumbras a reírte por ello, y terminas pensando en lo bien que le sale hablar sobre temas que le gustan y despiertan la curiosidad.

    Su corazón es tan amplio y lleno de cariño, que le suele asustar lo mucho que tiene para dar. Te confieso que amaría ser testigo de ello, porque el artista a pesar de ser quien pinta, suele disfrutar ser espectador al mismo tiempo. Él es una pintura de Van Gogh, y muy casualmente mis flores favoritas son los girasoles.
     
    #1
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  2. Alde

    Alde Miembro del Jurado/Amante apasionado Miembro del Equipo Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    Me ha gustado su narrativa que no solo trata de como comenzar una carta, sino de encontrar las palabras adecuadas para expresar un corazón lleno de dudas, anhelos y, finalmente, esperanza.

    Saludos
     
    #2

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