Cuando nos abrazabamos

Desabrida noche con labios en fiera lucha
que sin embargo despertaban una pasión
inexplicable que mitigaban la sed, al borde de la espuma
del oleaje en la que te amé y te perdí cada vez.
Absurdamente me adaptaba aquel misterio
del encuentro y el desencuentro, ¿será verdad que me
amas solo en esos momentos?
¡ Era inevitable que el mar embravecido...
gestándose bravío en tu corazón cada noche con
la pasión irreductible y sin concesiones fuese amor?

 

Una sed de amor inevitable.

Saludos

 

Un saludo y gracias por tu comprensión de la pasión del amor. Julius 12