Cuando el tiempo se pliega

Quisiera que vinieras a mis sueños esta noche, navegando entre fragmentos de luz quebrada, cruzando el umbral donde el tiempo se pliega sobre sí mismo y las sombras se vuelven caricias silenciosas. Que tu presencia se deshaga en el aire, como humo que se enreda en mis pensamientos, y que ese último beso sea un eclipse, un instante suspendido en el tejido del universo donde nada se rompe ni se olvida.

Que tus brazos sean raíces invisibles que se aferran a mi pecho, sosteniéndome en la caída lenta hacia un abismo de calma infinita. Quiero que tus ojos marrones sean espejos líquidos donde se disuelven los miedos, que tus manos se transformen en ecos que despiertan la memoria de un tacto que nunca fue, pero que vive en cada latido desbocado.

Que tu voz me llegue como un susurro atravesando paredes de cristal, como un murmullo que deshace el ruido del mundo, y que tu cabello sea viento que me envuelve en un remolino de olvido y deseo.

Solo esta vez, déjame habitar ese sueño efímero donde el amor no sabe de despedidas, donde la realidad es un eco distante que no puede alcanzarnos.

Dejaré un espacio vacío en la cama, un portal abierto en la penumbra, esperando que tu sombra decida cruzar, que tu aliento me envuelva sin rozarme, que tus dedos invisibles sean el bálsamo que cura las heridas de la ausencia.

Abrázame con la levedad de un suspiro, besa mi frente con la ternura de un recuerdo, acaríciame el alma con la delicadeza de un secreto guardado entre estrellas, y dime, aunque no sea verdad, que todo estará bien, que el tiempo puede detenerse, que el dolor puede callar.

Cuando me quede dormida, libera la cuerda que aprieta mi corazón, esa que ha sangrado silenciosa, y hazlo en el silencio absoluto, sin lágrimas, como quien acepta finalmente que el adiós es la única forma de volver a nacer.


-Dior