Conocí otro octubre

Octubre,
ceniza del fuego ya enterrado,
ansia de monte inabarcable,
prado de añoranza
te hacías en mí, párpado adentro,
propósito de ensalzar tu belleza
a través de mis ojos.
Ahora que tenemos unánime
el latido, siento más tu urgencia
que tu enojo.

Octubre, te pienso y te leo
en las líneas de mi mano,
aún alumbra tu verdor
de enredadera y prevalece.
Me buscaba en ti como memoria
del hermano que ha ido precediéndome,
dejando su huella en la trastienda
de mis pasos.

A la espalda del mar eras tierra
del viento, arúspice de cometas
por venir, de barcos que se ahogan
lentamente. No eres menos real
porque yo te soñase. Entre las líneas
de tus días voy pasando mis páginas
como pájaro en tu arboleda y me dejo
recorrer por un soplo en tu bosque
de buena fe.

Octubre sin edad y su violín de seda
triste manchado por la luz
y una araña que teje soledades.

 

Me gusta la profunda argumentación, de quién con
conocimiento escribe. Lo felicito compañero Gonvedo.
Cordialmente:

 

Muchas gracias, Iván, por pasarte por mis letras.

Un abrazo.

 

Muchas gracias, Alde. La soledad si es buscada no es triste y el tiempo perdido posiblemente pueda ser algo que tiene que pasar.
Un abrazo.