Cerrar la puerta.

Cerrar la puerta. Cerrar la vida. Cerrar la posibilidad. Dejarnos caer en un silencio.
Y tocarnos los sexos en señal de obligada aprobación. Creer y después, en un momento secundario odiarme por convertir tu vida en una real y santisima llaga chingada, odiarte por dejarte amar en noches aisladas.
La soledad esta ahí, la incomprensión ahí, nuestros cuerpos están ahí, en ese cuarto de hotel que ha de ser prototipo de un eterno retorno. Tenemos todo comprado. Todo olvidado. Todo perdido.
Existe esa imagen, hacer enredadera nuestras noches y mitigar el dolor subcutáneo. Todo lo hacemos parecer a un cuestionamiento de siempre, a un te amo precedido y sucedido; adiós es lo mas seguro que nuestros cuerpos se pueden regalar en la madruga, no hay mas, mediocridad, desencanto, rabia contra dedos, amarnos y dejarnos ir, dejar de hablar el mismo idioma, para ya no entendernos en ruso ni en francés.

No te pregunto, no me escapo con un portazo, me quedo a que me abandones, a que te sirvas de mi, me quedo al final a quebrar las botellas en el cuarto, a desnudarme otra vez, en soledad, en esa luz que se filtra y que sabes perfectamente, kilómetros ya distante, que terminara por lograrme y refugiarme en otra noche contigo.

Busco tu frente amplia, tus cabellos tan delgados, busco decirte que te vayas, que me dejes, que rehúses venir a mi cama.

Si es verdad, para que tanto derroche, para que mentir, hay una tremenda posibilidad de terminar matándonos, de vagarnos la vida por haber sido tan cobardes, tan distantes.
Pero la noche no tiene desperdicio, antes de mi todos, después no lo se.

Todo se queda atrás de nosotros, te andas con esa sonrisa de estrella derribada, triste, te vas y todo cierra, todo queda en crear una nueva casualidad y pintarnos una noche juntos, solo nosotros, sin pasado.

 

excelente poeta, siempre me gusta tu estilo fuerte pero con sentido


un abrazo fuerte