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Caminando entre nubes grises y de algodón (cuando el hombre pierde la inocencia)

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por Jose Anibal Ortiz Lozada, 7 de Junio de 2025. Respuestas: 0 | Visitas: 49

  1. Jose Anibal Ortiz Lozada

    Jose Anibal Ortiz Lozada Poeta adicto al portal

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    Hombre
    El hombre, que alguna vez creyó que el mundo cabía en una caja de zapatos donde Dios guardaba las tormentas por si algún día quería llover tristeza, camina ahora entre nubes que ya no son solo grises ni solo de algodón, sino ambas cosas al mismo tiempo: ironía y deseo; nostalgia y escepticismo; espuma que flota en el aire mientras el alma, con su disfraz de adulto, arrastra los pies por la calle de los “ya no se puede volver”.

    Y es que perder la inocencia no es un acto. Es un derrame. Una filtración lenta que empieza el día que alguien te dice no creas todo lo que ves, y tú —como idiota metafísico— empiezas a ver sin creer, y después a no ver, y finalmente a no querer ver porque el mundo, sin inocencia, se parece más a un acertijo mal escrito por un dios adolescente que a una promesa de redención.

    Caminando, repito, entre nubes que huelen a jabón viejo, el hombre tropieza con su propia sombra y no la reconoce. La ve —sí— pero como se ve un recuerdo en negativo: está ahí, pero no sabe a quién perteneció. Tal vez a un niño que soñó con dragones; tal vez a un amante que juró eternidades con palabras prestadas del cine.

    El cielo ya no le habla. Solo le llueve. Y eso le basta.

    La caída no fue un estruendo. Fue un susurro. Una voz que dijo crecerás como quien sentencia una pena. Desde entonces camina, pero ya no cree en finales felices ni en manzanas sin gusanos ni en mujeres que lloran por ternura y no por hastío. Camina, sí, entre nubes, pero ya no levita: pisa firme como quien sabe que incluso el algodón puede mentir si se lo exprime lo suficiente.

    Porque cuando el hombre pierde la inocencia, el mundo no cambia: es él quien deja de ser testigo y empieza a ser culpable.

    Y sin embargo, sigue caminando. Porque aunque las nubes ya no sean promesa sino peso, aún hay algo en el horizonte que —sin saber por qué— no deja de mirar.
     
    #1

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