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Al despertar...1966

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por marco cuadro, 29 de Agosto de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 484

  1. marco cuadro

    marco cuadro Poeta recién llegado

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    [FONT=Georgia&amp]Fue así que tras una infancia aparentemente sin grandes anécdotas, aparecía ante mí otro año de vastos hechos históricos. 1966.

    [FONT=Georgia&amp]Hacía dos años atrás, mi hermana Marta había cursado su sexto grado (hoy séptimo) en una escuela de niñas que quedaba cerca de donde en ese momento vivíamos: la Escuela Piloto General San Martín (nunca supe bien porque lo de piloto) en la que pareciera haber tenido una de la experiencias educativas más ricas y saludables de su vida.

    Fue precisamente en el año 66 que se dicta una ley por la cual todas las escuelas estatales se trasforman en mixtas y mi madre vio allí la oportunidad de solucionar dos problemas al mismo tiempo: uno) sacarme de la escuela en donde ella era maestra y yo por ser su hijo gozaba de ciertos privilegios que según su agudo entender, podrían modificar mis conductas posteriores y dos) hacerme partícipe de una oportunidad única de concurrir a la famosa “escuela piloto” en donde tantas fabulosas historias se habían generado.

    Se contactó entonces con una conocida, una tal Rosita, que era maestra en la noble institución, para que gestionara mi pase.

    Efectivamente, al llegar el primer día de clases, con mis once años, mi valija reciclada y mi guardapolvo que era nuevo gracias a la particularidad que uno tenía de crecer, mi madre me confió en las cálidas garras de Rosita para que me “contactara” con mis compañeritas. Treinta y siete energúmenas de sexo femenino que en la mitad de la primera hora, cuando decidió llevarme, ya estaban atrincheradas cada una en su asiento de combate.

    “Te presento a la Señorita Nelly, tu nueva maestra” dijo con una angelical sonrisa y voz tiernamente lastimera. “¿cómo te llamás? Preguntó curiosa la presentada, como si nunca hubiera visto un hombre. Luego de una pausa y habiéndome olvidado de tomar aire antes de hablar empecé a decir mi nombre completo pero el destino quiso que me quedara sin aliento después de Carlos. Desde ese momento pasé a ser Carlos para todo la escuela y para siempre.

    Fijado en un lugar físico y en un tiempo histórico, sólo fui Carlos ahí y nunca más. Nadie más me llamó luego por el primer nombre!

    El primer día fue tan largo y tan lleno de descubrimientos que en mi memoria, ocupa tanto espacio como el resto del año.

    Era algo singular. Nunca había vivido nada que se le comparara y lo registraba atónito con mis cinco sentidos.
    Yo, que venía de una escuela de varones solamente, estaba acostumbrado a otras cosas; otros aromas, juegos, sonidos, temas de conversación.

    [FONT=Georgia&amp]El timbre que invitaba al primer recreo no tardó en hacerse escuchar y al salir, el espanto y estupor hacía que mis ojos se abrieran desmesuradamente.

    Nadie jugaba a la pelota, ni a la mancha, ni al poliladron. Nadie se postraba rodilla en tierra para jugar al “espejito” o a la “tapadita” con las figus Mikey o Fulbito. No no no! Por doquier estaban las “compañeritas” de impecables delantales blancos con moño atrás, jugando a la ronda...........si........ ¡a la ronda! Yo no lo podía creer! “....corre el trencito, corre por el prado.................” no no no no, era muy fuerte para mí. La primera imagen que apareció en mi mente , fue la cara de mi madre, artífice de mi presencia en ese lugar.

    En otro sector del patio cubierto, otras niñas practicaban un raro y precario juego de habilidad física que consistía en saltar, en distintas formas y poses con un elástico que se tensaba entre las piernas de otras dos competidoras mientras la tercera daba saltitos en señal de derroche de destreza. Para completar, las menos vitales, las más “femeninas” del grupo, y alejadas del molesto bullicio, permanecían sentadas con un libro al que después de dar unas vueltas lo abrían al unísono en una suerte de competencia, en donde apostaban sus figuritas de brillantes “blancanieves”.

    Que horror!!! En mi soledad y en ese estado era menester elaborar rápidamente un plan de subsistencia. Si, eran raras pero se las veía vulnerables y además....muy atractivas ( bueno, no todas).

    Instintivamente surgió de la nada un mensaje que me pareció extraordinario. Una de esas genialidades que sólo se inventa una vez en la vida (probablemente porque después uno se da cuenta que ya estaba inventada) “si no las puedes vencer....úneteles”

    Así, con mi mejor cara de nada, acepté en el segundo recreo, a jugar a la ronda del trencito. Después de todo, tenía su encanto, que embromar! (además...no era taaaan fácil). Uh! El cambio en la postura de mis compañeritas de juego fue tan asombroso que decidí incorporarme al día siguiente en el grupo del “elástico” y obtuve idénticos resultados. No sólo eso. Además era habilidoso y competitivo. Esa tarde llegó Antonio y se incorporó a la fiesta que estaba por dar comienzo. Si bien ahora éramos dos, en los planes de Antonio y su rústica personalidad, no figuraba galantear con ningún ejemplar del sexo opuesto. Creo que aún no las tenía incorporadas y rápidamente optó por hacerlas blanco de todo tipo de burlas y sutiles agresiones como escupirlas desde lo alto de la escalera o pegotear sus masticados chicles en los blondos y coquetos peinados a manera de hebillas. En fin. La cosa no iba a ser fácil y mi camino comenzó a ser solitario.

    Mi misión era la de no sólo ser aceptado sino buscado y hasta querido por el enemigo y habiendo demostrado que podía jugar esos patéticos juegos estrogénicos sin resquebrajar mi imagen masculina, decidí proseguir con el plan hasta las últimas consecuencias.

    Fue entonces que aprendí de lo apasionante de las competencias de figuritas de brillantes y comencé a ganar prestigio entre las más recatadas. Sólo Silvia, una rubia y bonita pero aguerrida gimnasta, llegaba al mismo nivel que yo en el elástico y las ferrocarrileras rondas, a la semana habían incorporado algunas variante que la hacían más vertiginosas.

    En ese mismo lapso, se incorporó Marcos, el tercero que no generó discordia. Él se inclinaba a lo poético, a la escritura (él si sabía escribir. Tenía esa genialidad que yo admiraba pero nunca me animé a decírselo). Tal vez por pertenecer a una familia literaria con famosos integrantes entre ellos, Marcos vivía una situación más estimulante hacia las letras que a la lujuriosa realidad a la que lentamente el destino me estaba introduciendo.
    A esa altura, en actitud de resignación absoluta y adictiva, comprendí que era YO y las mujeres.
    Bien, debía aceptarlo, pero no tan así. Nada mal le vendría un lento y progresivo cambio de interpretación en los hábitos de esa escuela y para eso la vida me había dado la terrible responsabilidad de hacerme cargo de tamaña empresa.

    [FONT=Georgia]Comprendí que las mujeres, bichos difíciles de entender, si los hay, son dóciles si se las sabe guiar y hermosas si se las sabe cuidar. Que están siempre ávidas de aprender lo que no deben, de hacer lo que nunca le permitieron, que son muy divertidas y que es delicioso dejarse mimar, proteger y admirar por ellas.
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    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]Así fue como el tren se descarriló y aumentó la velocidad y en los recreos del medio día (porque íbamos mañana y tarde) se adherían a la formación ferroviaria, un sin número de vagones que en vertiginosa corrida por todo la escuela, hacían peligrar la integridad de los últimos pasajeros que en bamboleante viaje, iban golpeando contra las paredes en las curvas. Todo terminó cuando Irene, morrudita ella, en posición de “vagón de cola” impactó contra una mampara del baño de niñas al pasar por su interior y derribar la estructura inhabilitándolo por varios meses.
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    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]El elástico perdió vigencia y fue cambiado por “el rango”, especie de salto en cajón, pero utilizando como el mismo, a una o un alumno, dependiendo si la persona que salta con sus piernas totalmente abiertas es sexo masculino o como casi siempre, femenino. La cosa empeoró cuando también fue descartado el salto y se lo reemplazó por competencias de resistencia para hacer la vertical con las piernas apoyadas en las paredes. Si se iba a mostrar la ropa interior, había que hacerlo con estilo, no?
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    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]NOOO!! Dijo la Señora Vicedirectora el día que llegó temprano para el comienzo del turno tarde y admiró ese hermoso espectáculo de 8 o 10 niñitas en competencia, puestas de cabeza, con sus piernitas extendidas verticalmente contra la pared, en una multicolor y estimulante, por lo menos para mí que oficiaba de juez, exposición de bombachas.
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    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]De sus desorbitados y enrojecidos ojos, en un gesto híbrido de indignación y asombro impensado, era claro que se proyectaba la prohibición de tales prácticas, pero la semilla del cambio ya estaba germinando en esa generación de alumnas.
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    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]Fue allí donde materialicé mis primeras armas, besos y abrazos. Donde descubrí lo que es estar enamorado y lo practiqué bastante, ya que siempre me enamoré y me desenamoré rápido. Tal vez en el afán de no perderme la oportunidad de amarlas a todas. Esa fue una triste secuela con la que tuve que lidiar por años: el sentirme responsable de darles felicidad y amor a todas las mujeres conocidas, por lo menos un poquito.[/FONT][/COLOR][FONT=Georgia]
    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]También allí descubrí que Becker escribía lo que las mujeres quieren oir, pero no es bueno decir que fue creación de uno ya que es un tipo conocido, sobre todo por las madres y es un papelón ser descubierto.[/FONT][/COLOR][FONT=Georgia]
    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]Que el juego de “la boteyita” no es para nada aburrido si uno lo hace con tres compañeritas y el que tira “la boteyita” siempre es uno.
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    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]Que sentirse codiciado por tantas mujeres (aunque tuviéramos once años) deja secuelas en uno ( y que lindo es).[/FONT][/COLOR][FONT=Georgia]
    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]Por otro lado, el despertar sexual femenino, más precoz indudablemente, hizo que me tuviera que dejar usar como experimento relacional, con el disgusto que lógicamente no me producía. Con cualquier excusa, aunque nadie lo crea, aunque parezca salido de las mil y una noches, me citaban en la casa de alguna y al quedarnos solos se turnaban para besarme, sin pensar en el monstruo que estaban despertando en mi y las consecuencias que ello tendría a lo largo de mi vida.
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    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]Al terminar el año, mi madre fue citada en la dirección. En confesión de docente a docente (mi madre lo era) la responsable del establecimiento suplica que no sea inscripto yo en esa institución el año siguiente. Evidentemente no estaban preparados para mi. Era un adelantado en mi tiempo y no un inadaptado como muchos sugirieron.
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    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]Séptimo grado tuve que hacerlo en otra escuela y si bien lamenté que no me hubieran aceptado las autoridades, estaba seguro que esa generación de niñas entonces, no me olvidarían.[/FONT][/COLOR][FONT=Georgia]
    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]No se borrará tan fácil de sus memorias los juegos, las risas, los primeros arrumacos ni el mural que pintamos fuera de hora (no se por qué hice esa asociación) de la casa de Tucumán y los congresales dentro proclamando la independencia.
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    [COLOR=#660000][FONT=Georgia]Todos estos hechos basamentaron, motivaron y hasta justificaron cada una de las vivencias que, lenta pero inexorablemente, conformaron mi pintoresca vida de querendón “inadaptado social”. Carga con la que tuve que lidiar por el resto de mis días, ya que no es fácil mantener viva la llama de amor por uno de parte de tantas mujeres, que la vida iba a poner a mi alrededor.[/FONT][/COLOR][FONT=Georgia][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font]
     
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