Abandono (Al lado de su ventana)

En una cabaña playera, al lado de su ventana, una mujercita suspiraba por culpa del desamor. Afuera, la brisa mañanera soplaba limpia y fresca, llevándose los recuerdos del pasado y su aliento de niña, mientras ella, dormitaba con el aire tibio de la mañana, pero no lo notaba, aun así, el viento no dejaba de soplar por ella.
En una cabaña playera, al lado de su ventana, una niña suspiraba por culpa del desamor, y abrazaba su peluche de osito, con cariño infundado pero sincero. No muy lejos, las olas abrazaban la tierra y mojaban la arena al mismo tiempo que el sol la secaba, y todo era maravilloso: El sol, la playa y las olas, también la brisa fresca que soplaba; todo era hermoso, pero no tan hermoso como ella.
Suspiraba la niña en su ventana y abrazaba su peluche de osito, y con su dedo le daba vueltas a su cabello como la tierra le da vueltas al sol, cumpliendo así un orden antiguo y grandioso, pero ella no lo notaba, porque en su mente la distraían sus sueños, que corrían como películas de colores desconocidos; mientras, en el cielo, el Señor soñaba con ella, pero ella, no se daba cuenta, pues trataba de dejarlo todo en el olvido.
Soplaba la brisa, bailaban las olas, el sol ardía, y con todo esto pasaba el tiempo, y con él, los instantes, que se hacían eternos en su mirada de niña, y todo parecía perfecto, pero no tan perfecto sin ella.
Sus ojos claros, sus labios dulces y su sonrisa angelical: todo en ella era hermoso, tan fácil de amar y tan difícil de perder. Su cabello ondulado se enredaba entre sus manos y un mechón mojado se perdía en su boca, y su mirada de ternura, más que inocente, linda, moría en el horizonte, rebozando de ilusiones bellas y llena de un profundo dolor.
En lo alto, las aves cantaban, y más arriba alguien soñaba con ella, como ella soñaba con el sol, el mar, y la arena, que se hacían uno sólo para ella junto a la brisa; soñaba también con el amor.
En el fondo, todo era un sueño sin sentido y un despertar sin salida. Todo era un querer olvidar, y no poder dejar de querer.

En una cabaña playera, al lado de su ventana, una mujercita suspiraba por culpa del desamor, mientras abrazaba su peluche de osito con un cariño infundado pero sincero, le daba vueltas a su cabello con melancolía, como el mundo a una estrella; y soñaba, y al mismo tiempo lloraba de pena, mientras veía, a lo lejos, una figura que se desvanecía en la distancia; y la pobre sentía que se quedaba sola, pero no quería aceptarlo, pues esa figura llevaba en sus manos su corazón, su esperanza y casi todos sus anhelos, que eran ahora más bien sueños rotos. Y la niña sufría, al lado de su ventana, el abandono.