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La alimaÑa

Tema en 'Poemas Generales' comenzado por Ricardo Alvarez, 26 de Mayo de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 330

  1. Ricardo Alvarez

    Ricardo Alvarez Poeta que considera el portal su segunda casa

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    6 de Diciembre de 2010
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    [h=1]Recuerdo un atardecer claro de pacífica alma,[/h][h=1]Venia de una ilustre mañana de calma....[/h][h=1]Tras el vidrio, en medio de la vista,[/h][h=1]por la senda de la mirada,[/h][h=1]un bípedo sujeto con imperfectas aristas[/h][h=1]vendía ilusiones entre los muslos del aire,[/h][h=1]Consumía el equilibrio ofertando sin paralelos[/h][h=1]objetos sin cuerpo, fantasías de prismas.[/h]
    Lo rodeaba una gris aurea de cinismo y
    el ombligo al límite de la pútrida explosión.
    Sátiro reía bajo el árbol de ángeles apedreados.
    El cielo oteaba su osamenta defectuosa
    construida en la mentira.
    La sudada camisa traía olor a barato prostíbulo
    que paga por la carne desamorada,
    el viento acarreaba sus hedores pestilentes y
    en su ropa oscura anidaban ejércitos de cuervos.

    En mis manos había un libro no leído,
    más me distraía su forma de tonel repleto
    cual podrido madero de vinos agrios,
    el espeso líquido violeta volaba en su lengua inflada.
    Liquido que no beben las reinas abejas
    ni batallones de tábanos sedientos.
    En sus cuatro formas lo único claro era su sombra
    ya que sus bordes se diluían desparramados,
    tras el vidrio olfateaba su aliento de ajenjos insípidos,
    exhumado esqueleto parecía colchón de larga siesta.
    Baje mi vista a las hojas...
    Estaba escrito... aún no leído.
    Un día el Supremo iba a desatar su furia de martillo
    con la vara equilibrada y la ciega balanza precisa.
    El bien asomando magnos dientes caníbales.
    El mal castrado de valentía.
    La verdad trasvasó el tiempo de los viles oráculos y
    de los crueles estómagos que a diario escupen bilis.
    Pero a todo mal le llega su cura
    cuando Dios arremete con su empuñadura,
    el libro de la deshonra edita su página y
    la mano de mitra sin guante,
    con tiesa pluma imborrable
    escribe la condena al que olvidó sus raíces.
    Cual esta carroña lúgubre imbuida piedra en su alma,
    lo eclipsó el astro quemante derritiendo su penumbra
    y su figura moría tras mi ventana,
    con un Divino puñal metido en las entrañas.
    El día se robó la tarde multiplicando bellas pestañas y
    bajo un luminoso paraguas de cielo los niños festejaban
    el andar puro de la calle, resonar de límpidas campanas
    celebrando esa ausencia corrupta que vaga por el mundo,
    la alimaña se hundió en su gravedad de tedio y
    mi vista siguió leyendo con brillo sin candelabro.


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