Ensuciarse

¿Qué nos queda,
cuando la vida no nos permite expresar?,

serán las luchas, desperdicio,

serán las lluvias, solo furia,
entre sumas de tristezas compactadas,

lágrimas que contienen universos,
vidas que engendran nuevos mundos,

consciencias que perciben más que los ojos,

¿serán mis percepciones, presagios?

¿serán dones, mis vísceras que aún pueden latir?

comeremos de las sobras de los días,
entre anocheceres que fueron herida,

de tardes mortuorias,

de quietudes sin gloria,

formaremos tumultos de carne,
para enaltecer a esta matanza sucia,

pulcritud, entre pensamientos ensangrentados,

impolutas maneras de obrar,

cuando la miseria,
es no ensuciarse.

 

Este poema es un grito ahogado contra una existencia que niega la expresión auténtica y reduce la lucha a ruina. A través de símbolos densos y preguntas inquietantes, se desenmascara un mundo donde el dolor se normaliza y la pureza se convierte en cómplice de la injusticia. El yo poético se enfrenta a una realidad donde la sensibilidad es resistencia, y la miseria no está en la suciedad visible, sino en la frialdad de un orden que castiga al que siente. Al final, lo que nos queda no es resignación, sino la conciencia viva —aunque herida— de quien aún late en medio del silencio impuesto.


Saludos cordiales