Zoontiago

A los perros callejeros
no nos duele el hambre, la sed,
la tiña o los bichos que engordan
con nuestra sangre infectada...
Nos duele el abandono,
la soledad del viento
que no devuelve nada,
el estar perdidos
y con el olfato
lo suficientemente maltratado
como para no reconocer
el camino de regreso a casa;
que no nos vean pasar,
que no sean capaces de bajar la mirada…
eso nos duele.

A las tortugas domésticas
no nos duele
morir escondidas tras la cocina
o la vitrina de la abuela...
Nos duele la lentitud
de la vida,
el eterno instante que demoramos
en conciliar el sueño,
el fastidioso tránsito enloquecedor
de las horas, de los días,
los meses, los años,
aparcadas en un rincón
donde todo lo que pasa
es sombra, eco lejano,
tacones en busca de lo que fuimos
y nos ocultamos;
que no nos vean estar allí,
que no sean capaces de mirar fijamente…
eso nos duele.

A los gatos regalones
de la casa
no nos duele que nos echen
a la calle…
Nos matan los celos,
nos corroe la envidia
de compartir el cariño,
nos asusta ser desplazados
y terminar con un tarro de jurel
en el patio trasero
de nuestras vidas…
Comemos en el piso, es cierto,
pero nos duele
que nos tiren la comida
y tener que andarnos
quitando la sed en el lavaplatos;
que no nos dejen entrar,
que no sean capaces
de asomarse por la ventana…
eso nos duele.

A los hámsteres no nos duele
tener que pasarnos la vida
enjaulados y sin pareja…
Nos duele tener
que acostumbrarnos a dormir
sobre nuestra propia mierda,
el que nuestras jaulas
hagan telarañas contra la pared
y que nuestros ojos
comiencen a oler
como el agua estancada.
Nos asusta todo, es cierto,
pero nos aterra que no pase nada,
y cuando el pánico
se apodera de nosotros
el corazón nos estalla,
y ahí quedamos por días,
hasta que alguien lo nota
y nos deshecha
con el resto de la basura de la cocina
antes de que algo comience a oler mal;
que no nos vean morir,
que no sean capaces de cerrar los ojos y oler…
eso nos duele.

No, a las bestias no nos duele
ni el hambre, ni el encierro,
ni la sed o que nos den el punta pie
de vez en cuando…
Nos duelen las cosas humanas,
nos duele la soledad, el abandono,
nos duele el olvido,
nos duele mirar por nuestras jaulas
apiladas la una contra la otra
y no saludarnos
entre nosotros mismos;
nos duele tener cadenas,
pero nadie que nos pasee
por las noches de verano;
nos lamemos el pelaje
y lo conservamos impecable,
pero nadie nos acaricia;
tenemos jaulas adorables
con detalles propios de las bestias,
pero nadie nos visita…
Y así, viendo pasar la vida
desde nuestras jaulas
apiladas la una contra la otra,
nos vamos haciendo
cada vez más bestias
y perdiendo cada día más
el hábito de la humanidad.

Que no nos vean vivir,
que no sean capaces de mirarnos a los ojos…
eso nos duele…

 

Poeta cuanta verdad su ultima estrofa.
Excelete!

Un placer detener en sus letras.

Abrazos en la distancia,

 

genial, zoontiago eso me parece alucinante, ver asi este santiago, describe a personas finalmente cuando abla de esos animales, el perro me e dado cuenta es una constante en la poesia chilena, kien no a escrito de perros...en fin, tambien me gusto eso de las bestias, sufren por cosas humanas, genial, eso me kedo dando botes...saludos y te dejo estrellas....