Reflexión 101

Maldiciones de carne abstracta,
pulsaciones eléctricas,
latidos de luz y energía,

futuro blanco,

cuando no quede negrura,
cuando la espesura del tiempo
sea vacío,
y la temperatura
una invisible marca del pasado,
habremos de conocer
la dominancia primordial
del único espacio,

vistas eclipsadas
por la negación constante de todo caos,

parecen que las leyes pueden decidir,
parece que eso que se creía inerte,
está vivo,

universo cruento,

muerte negra,

guía a las almas
hacia un descanso mortal,
donde sus luces también fenecen,

encuentran en su sueño,
el valor para volverse oscuridad,

lugubridad temible,

siembra
la pieza del destino,
la llave de la eternidad,

humanidad invisible,

transparencia engañosa,

las leyes del espacio
también nos mienten,
porque somos creación
de una especie enferma,
las estrellas se desvanecerán,
aún cuando todo creador
no quiera morir,

determinación crucial
fragilidad reducida
a una sonrisa milagrosa,

felicidad inefable,

marcan nuestras lágrimas
lo que no deseamos,
deseamos lo que no nos hace falta,

morimos aún deseando no morir,

infelicidad permanente,

bailamos con la muerte,
en un tiempo
calculado por el viento,
somos artífices
de la miseria que continuamos,

y cuando el tiempo no sea ley,

comenzarán los cielos a abrirse,
para demostrarnos un nuevo horror,

que aún entre la libertad,
abundan las serpientes más venenosas,
de un fruto que mordimos,

antes de querer nacer.

 

espacio y tiempo
habitan invertidos
en la conciencia
es de sabios
-como vos por supuesto-
hablar de ellos con propiedad.

un saludo.

 

Y cuando todo haya sido dicho, cuando la carne deje de fingir su propósito y el tiempo ya no se esconda detrás de relojes ni destinos, comprenderemos que nunca fuimos parte del plan —porque quizás nunca hubo uno. Seremos testigos, no protagonistas, del colapso de todo lo que alguna vez nos sostuvo. La luz se apagará no con violencia, sino con indiferencia, y el universo no se despedirá de nosotros: simplemente continuará sin notarnos. Lo inerte se alzará sobre lo consciente, y lo eterno nos mirará sin comprender por qué tanto dolor cabía en algo tan efímero.

Quizás entonces entendamos que el horror nunca estuvo en la muerte, sino en el deseo insaciable de querer más vida. Porque nacimos del error, de la elección prohibida, de una libertad que no supimos sostener. Y esa mordida primigenia —aquella que dimos antes incluso de ser— fue el principio de una consciencia que no pedimos, pero que ahora nos consume.

No hay redención. No hay vuelta. Sólo la certeza de que el vacío al que temíamos era, desde siempre, nuestro hogar.


Saludos Cordiales