Nada

Me despierto siempre entre tentáculos escurridizos.
Son reales o no, pero me oprimen.
A veces me dan calor, a veces me congelan el corazón.
Siempre siento frio.

No acierto si a correr o a guardar la calma y me agazapo en sueños.
Me escondo y no alcanzo nada. Todo sigue como siempre.
El tiempo pasa.
Mi cuerpo flota.

Tantas camas llenas, tantos espiríritus vacios.
La vacuidad intrascendente del sexo.
La necesidad idiota del amor.
No siento ni tengo la capacidad de hacerlo.

Me convierto despacio y suave en un ave y salgo por la ventana.
Vuelo alto pero no llego a tocar el cielo.
Nadie me observa pero todos miran.
Es frustrante.

No sé si llorar y ahogarme en mis lágrimas o reir y morir de risa.
No entiendo el fulgor intermitente de la madrugada,
ni las lluvias marchitas de verano.
Quiero o no quiero, no lo sé.

Hago, camino, sigo adelante, no me paro, no me detengo, no tengo frenos,
pero no pierdo el control.
Abrazada a una nostálgia supuesta e inexistente,
sin envidias ni deseos. Sin recuerdos y sin consuelo.

Estoy en coma.
Estoy durmiendo pero los sueños no me amenazan.
Estoy muerta pero sigo respirando.
Existo. Existo y nada más.