Llorar.

Llorar para lavar el alma herida,
para quitarle aquello que la aqueja,
para dejarla limpia y ya sin queja,
para verla luciente y colorida.

Llorar y sin pensar, es la salida
para tener el alma sin madeja
de ese tan mal sentir que siempre deja
al ánima en rencores retorcida.

Llorar para mirar todo más claro,
para evaluar mejor el cruel destino
y al dolor darle justa su medida.

Llorar y más llorar porque no es raro
que aún exista un niño que con tino
emerge desde el fondo a nuestra vida.
​

 

Llorar lo que sea necesario.
Un beso, Luciana.

 

Las lágrimas solo son esa forma inefable de nuestra alma imposible de expresar de otras formas; sin embargo, pienso que la verdadera catarsis está más allá de las lágrimas: en el entendimiento mutuo, en la comprensión e identificación de nuestros problemas, en la empatía y sobre todo en el amor incondicional que se puede brindar o recibir para dar alivio. La reparación amerita diálogo más que máscaras y egos que transgreden nuestra inherente naturaleza.

Me encantó el escrito...

Abrazos

 

Si, total, no cuesta nada.

 

Me encantó tu filosófico comentario, dices cosas muy ciertas. Muchas gracias. Un abrazo.

 

Hola Luciana: Tu llorar versificando con placer me ha consolado. Un abrazo. Amadeo.

 

Gracias compañero, por tu amable comentario.