Hembra

Hembra

Esa llama interior,
y ese calor en las venas
que vierte al mundo,
al crepúsculo de la llanura lunar,
un parto de sombras sin dolor,
un parto de sombras sin llanto.
Emerges recién nacida
del espectacular útero abrasador,
y tu nombre,
Ayesha, pudiera ser Helena
entre las llamas,
la alta proa de un barco
partiendo el mar en dos mitades,
gritando entre los gritos,
en llamarada de sangres,
inmensa,
amaneciendo tu presencia
sobre las murallas que derrumbas.
Ayesha, Helena, pudieras ser
entre humo e inciensos Sherezade
y dejar, dejar esa luz furiosa
que cazara a los hombres,
levantando las sombras a su paso,
como Ella levanta los mares.
Siempre, siempre estuvo allí,
hiriéndonos tras los párpados,
arrancando aullidos al bosque
y sangre a la tierra.
Y yo, vosotros,
nunca llegamos a tocarla
-entre ella y yo siempre sopló el viento,
como un rugido, como un silencio-
porque jamás descendimos del todo.
Siempre hubo en nuestro sudor
un hallazgo de lluvia,
de criaturas aéreas,
y un frío celeste.

Enric

 

Me gusta el inicio de tu poema, en verdad encantador voz de Madre aunque no lo seas(no lo se) aunque todas las mujeres llevan consigo ese instinto, un gusto leerte, que te valla bonito...

 

Gracias por tus palabras a mi poema. Aunque lo de madre... lo tengo un poco dificil (je, je)