El raptado

Como olvidar el video del raptado, ese morbo expuesto en las redes comunicadoras, que a veces son tan crueles.
Quedé impresionado y medio descompuesto, por haber visto semejante manifiesto, de exposición y burlesco, que hasta hoy lo aborrezco.
Quedé petrificado al verlo sentado, en una silla narcotizado.
Con imágenes retorcidas y con la risa nerviosa de otros veedores indiferentes.

La degeneración en concepto del miedo, desmembró cada segundo de su vida; envolviéndolo entre la blanca ceguera y una impávida pavura.
Sorteó los azares de un destino con olor a fin y a sacrilegio.
La consternación desató una función primaria de dolor, presa del dominio y la aberración.
No pudo huir de aquel episodio siniestro, tampoco pudo escapar del espantismo del que estaba siendo protagonista.
En estado inconsciente, con grados sensitivos escasos, trozaron su carne en piezas, en mendrugos los perversos.
Irascibles malvados los verdugos carroñeros.
Su viaje indoloro, sacudió la tirria estrepitosa, en las horas decisivas, provocando resolutos trastornos, de inervación a los captores.
Llenos de viva saña, barbarie y rabioso salvajismo, agitada aferencia de sangrante malicia.
Oferentes de violencia, los verdugos desgarraron, su ya escasa sensibilidad exteroceptiva, con los sentidos motores esenciales coartados de lleno.
El afilado cuchillo cortó de un solo intento cada uno de sus dedos.
Sin ansias de saciar su rabia las voces en cubierto, decidieron que no había sido suficiente y ordenaron al bárbaro, completar su bestialismo.
Con su cabeza boyante habiendo ingerido algún brebaje, fue que en estado de dopaje, no resistiría el embate del sanguinario avezado.
Con una mueca insipiente de dolor y extravío, fue perdiendo la cabeza como si fuera un venado, degollado a cuchilla, casi sin queja el raptado.