El cuerpo

Un hombre vestido con un sencillo traje gris cayó muerto en una calle céntrica de la ciudad. Nadie notó como se llevó la mano al pecho y oyó le leve queja ni el estrépito de su desplome.


Sobre su rostro quedo tendido aquel hombre. La gente pasaba cerca de su cuerpo, pero nadie lo miraba y si nadie lo miraba, mucho menos acudió a su ayuda. Todo el mañana quedo el cuerpo del hombre sobre la calle, mientras un mar de personas transitó a su lado. Llego el medio día y la caída de la tarde y el cuerpo seguía ahí, frio, desolado y anónimo.


La noche devoro todo y las luces artificiales florecieron, iluminando la silueta de aquel hombre tendido sobre la calle principal de una famosa ciudad. Ebrios, drogadictos, prostitutas pasaron junto a él y sobre él. Toda la fauna nocturna merodeó a su alrededor. Los faros de las patrullas lanzaron sombras fantasmagóricas sobre el traje gris, pero al llegar la mañana, la quieta dureza del sol sorprendió al rígido cuerpo en el lugar donde cayó.


Días pasaron y el hombre seguía ahí. Perros y ratas respetaron la carne del cuerpo y este fue poblado de gusanos, hinchándose en tonos verdosos y exhalando un hedor insoportable que no parecía incomodar a la muchedumbre que a diario deambulaba junto a él.


Años se fueron y años vinieron.


Si vas a cierta calle de cierta ciudad, podrás ver a un sencillo traje gris hecho girones, cobijando decrépitamente un montón de huesos ennegrecidos que se confunden con la ordinaria basura que arrastra el viento.


Y la gente pasa y pasa sin mirarlo nunca.

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