El Ahorcado

Un simple hombre convertido en lamento,
con la fuerza de un lobo hambriento
Grita y desespera...

Quien fue alguna vez un gran Señor,
hoy desvanece en las entrañas del dolor
y la agonía lo supera.

Con soga al cuello el árbol castiga.
El cielo, la tierra y el cuerpo obligan
a pagar esta condena.

De un lado a otro como un péndulo,
a los ojos de un testigo incrédulo
que ve rota su cadena.

Su boca abierta y mirada al suelo
¿Quién por el hoy guardara duelo?
y el tiempo no espera.

La voz que se ha callado ya no canta,
puedes ver, le han castrado la garganta
Y las palabras no suenan.

Silencio...

 

Quizás solo quería dejar sus alas quietas.
Gracías por encontrarte en mi paseo.
Un saludo desde Andalucía.