Dordoka

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No es esa rapidez
con la que pisan los peatones el suelo,
camino a sus destinos impacientes
y escoltados por otra multitud
de fugaces viandantes de pasos pasajeros.

Sin duda no es la brevedad
del efímero e hiriente amor adolescente,
que con tan solo un sonido – toc – en el estómago,
cantaba a otra musa y rezaba a otro dios.

Tampoco es el instante preciso
en el que, igual que el sol,
se posa sobre ti mi mirada
para luego echar de nuevo a volar.

No es el relámpago cortante
ni el momentáneo intercambio de miradas por la calle.
No es tan fugaz, no es tan brillante.

Ni siquiera es mi corto poemario
en el que sigo buscando la frase
con la que pueda conquistar tu corazón
sin naufragar entre la tinta.

Es todo el tiempo que tarda la arena
en ser cubierta cada noche por olas desangradas
que tragan la playa como la sombra al pasajero,
lentamente,
grano a grano.

Las historias y los recuerdos se han de cosechar y,
como un vino, o tal que un recién nacido,
se han de dejar reposar entre los brazos
de este camino largo que es la vida.



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Hermosos versos, bello trabajo.