Domingo

El domingo se despierta con pereza de animal herido,
se arrastra por las cortinas,
moja el café frío de la semana
y se sienta a mirar el reloj.

La casa es un zapato vacío.
Las horas se deshacen como azúcar en la taza,
y yo, descalzo, camino sobre el silencio,
pisando migajas de tiempo.

Hay algo en los domingos que parece una despedida:
la luz lamiendo los muros,
el periódico abandonado en el sofá,
el teléfono mudo como un Santo.

Me pregunto si Dios también descansa hoy,
si se quita la barba de nube
y se acuesta junto al mundo,
cansado de sostenerlo.

La tarde cae como un pañuelo sucio.
Alguien tose en el edificio de enfrente.
Yo escribo este poema con las manos vacías,
mientras el domingo se aleja
—un perro sin dueño—
oliscando la basura de los días.

 

Y sí. Para nuestros abuelos el domingo era, fiel a su nombre, el día de Dios; y de reponer energías para el lunes seguir extrayendo de la tierra sus frutos.

Pero en este mundo sin dioses, o del dios dinero; el domingo es apenas la demora necesaria para volver a darle cuerda al reloj, y que arranquen otra vez sus engranajes el lunes (arranquemos, nosotros, engranajes vivos, o casi).

Pero mejor que yo lo ha dicho usted, poéticamente, "golpe a golpe / verso a verso".

Un gusto, José. Un cordial saludo desde el sur.

Lisandro

 

Gracias compadre del Sur

 

Bellísimo poema! Para leer, releer, pensar, y perderse en las increíbles metáforas... Saludos.

 

Gracias Zulma

 

¡Qué manera de crear imágenes y metáforas! Qué facilidad y qué ingenio.
Y qué tristeza me ha dado esa descripción dominical. Hoy vuelve a ser domingo. Otro zapato vacío...

Un saludo cordial.