Día XLIV

Lucila, antes de la carne amorosa vamos a masticar el polen que pierden las demás parejas. Las mariposas no existen, las flores y los sicarios del buen arte vendrán a apagar nuestras luces, mientras como luciérnagas huiremos de un lado a otro, para ser juntos un solo lado, para ser otro ser distinto, iguales. Yo cuando te miro vuelvo a nacer y crezco hacia abajo para levantarte hasta el sol, hasta el sol imaginario, hasta el real. Y si lo más dulce es el placer, entonces que el placer sea dolor y luego polvo y luego zapatos para volar y alas para caminar, que sea todo a la inversa y ganar sea perder y perderte sea encontrarte en el placard, en la ducha, en la sombra de mi gordo cuerpo que te abraza por temor a no ser feliz sin tu sonrisa, tan niña y tan larga en sueños.

Antes la salvación de los huesos a lamernos las uñas con espanto, vos no sabes mucho y yo no se nada de la vida. He perdido los pies y las manos con suma indiferencia, aprendí solo a restar heridas luego de que cicatricen. Pero me gusta tu manera tonta de sonreír, como tu colmillo izquierdo te aprieta los labios y dejas que un pequeño rayo de luz se repita en tus dientes. Quizás me vayas a volver un adicto a los misterios del interior, ojala lo hagas. Voy a confesarte Lucila que en silencio empiezo a nombrarte y en la penumbra de las sombras que me acechan empiezo a dibujarte, a buscarte, a soñar que despierto te voy a soñar, querer, masticar.