¡Consumatum est!

¡Consumatum est!​

Un día, después de haber luchado infatigablemente y cuando se haya por fin consumado toda la absurda vacuedad de mis tristezas, elevaré mi voz para enredar mi canto hasta en la última de las plateadas hogueras que iluminaron mi pena.

Ese día diré como me cansé de explorar universos equivocados en donde yo y solo yo, atinaba a cometer errores en los que nada podía ser más de lo que siendo era, para estar ausente de las leyes terrenas.

Legaré a las postreras horas del olvido la tarea de hacer nada lo que tardé toda una vida construyendo y me iré sin ver atrás, para no dejarme atrapar por la incierta nostalgia que vive en las curvas del camino.

Proclamaré el sin-sentido de caminar por rutas que no conducen, dando traspiés, tratando de ser o estar más allá de donde solo mi duda sabrá llegar persiguiendo la respuesta inalcanzable, que tantas veces buscó y nunca logró hallar pues siempre estuvo distante a sus afanes.

Dejaré que se esfumen mis prisas mientras se van durmiendo quedamente las amapolas vaporosas de ideales que sembré, sobre las faldas de estas cordilleras sentimentales.

Me ausentaré del silencio que marcó mi esencia y sentado a la vera del camino eterno, se borrarán del alma las razones que otrora tal vez me ilusionaron llenándome de ensueños a futuro; pero estaré allí, siendo lo que tengo, lo que soy, lo que seré.

Así mi voz no habrá de confundirse de nuevo con cantos que le son ajenos, ni mis pasos guiarme lejos de donde hay siempre que llegar cuando se es cierto, sabiendo que todo va lejos de la fuente pero tarde o temprano al fin regresa.

Esto soy: mi canto; esto seré. Y habré de estar en el minuto al que acudiendo con mis harturas de mundo y de existencia, presente el examen final del abandono. Al fín tan solo soy un canto que deja su eco prendido al paso de la aurora eterna.