Catarsis.

Me duelen las costillas por culpa de esa cara de circunstancia.
Órgano a corazón.


Dolor a ciegas en el hueso izquierdo, escondido atrás de unos cuatro años.
Cinco nuevos lunares en mi espalda, una reconciliación. Miedo a las mujeres amarillas.


Constante me repito que ya soy una chica grande, que no pasa nada; pasa que a veces sigo jugando a ser atractiva, a sentarme sola en algo sólido como estar. Así aprendí a sentarme en las piernas de los hombres.
Nunca saben que se trata de una poeta. Es mucho más cómodo. Sin celitos ni estupideces.

Dejo de hablar sobre mí,

se está convirtiendo en escritura corriente.

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Escuchar mientras yo me concentro en mi luna-r. En ese relajado espacio cósmico. Mío.
Que se dibuje en mi cuerpo la profundidad de lo posesivo.