Apólogo

Es quizás la temporada de vida más difícil de mí existir.
(Tengo un nudo en la garganta y cada vez que intento regresar se me parte la vida en cien mitades)
Tengo y no tengo nada. Dependo de las olas del mar para sobrevivir.
Ruego a la luna porque una voz, antes conocida y que una vez le regaron los anhelos a mi espalda, suene a mi lado y le quite los miedos a mis estrellas.
Acarició los murmullos de los muertos y la borrachera de mi sinfonía es sorda y mal intencionada.
Casi logro sentirme tan sola como siempre lo estuve.
Me despedí de todo lo real para entrar en un mundo tan superfluo que no es ni tan siquiera similar a tus falacias.
Te me hiciste como un tatuaje de mal gusto.
Me acostumbre al sonido sordo de tú voz. Se me acabó la realidad y se me murió el amor que te tenía.
Se me hizo insólito el hecho de tener que pasar la eternidad tendida a tú lado y desarrollar una dependencia a espalda de tus besos.
Me hirió el decirte adiós,
pero a veces hay que sacrificar el alma antes de dejar que la rutina acabe convirtiéndose en un espacio opaco
en el que no haya luz ni razones para memorizar los besos del destino
y los acabados de los fantasmas.
(No me está gustando la soledad)
Extraño un cuerpo que me caliente de noche y que me quite el miedo. Un sólido metal que le quite los cristales a mis caricias y que canse mi conciencia.
Ya no soy tan inocente como ayer.
Le quitaste lo imaginario a mi ingenuidad y le resumiste las paredes a mi habitación.
Le despedazaste los recuerdos mi estomago y los sueños
se me volaron como palomas de un mar eterno.
Las madrugadas las conozco casi a todas
y los besos de un extraño calan las profundidades del deseo.
Por un momento creí que volvería a creer,
pero me di cuenta que su significado es una utopía y que no existe más en mis venas.
(Ya no soy tan frágil como creíste que sería)
Mis manos alcanzan el máximo esplendor de la verdad y no soy yo quien está recorriendo los senderos de la soledad.
¿O sí...?
Has tuya todas las verdades que me quitaste, arráncame de raíz los momentos que me impulsan a quererte de vuelta.
No te necesito.
Entiéndelo de una buena vez.
Estoy bien, y siempre lo estaré.
No soy yo quien se equivoca...
La monotonía nos mató. No ofrecías nada que hiciera galopar mi sangre,
los besos se me colaron como conchas en el mar y los muertos
se me despertaron y comencé a buscar lo que no había perdido en los recovecos de un abrazo desconocido y en los amores de los que no son ciertos.
Sé que me arrepiento en cada despertar de mis pecados, y entre esos estás tu.
No merecías ser parte de mis encantos,
no debiste ser tocado por mis palabras ni herido por mis puñales.
El adiós es tan duro,
pero no hay muerto que no resucite para contar lo que le duele del ayer y de lo que no debió haber acariciado.
Te advertí en cada momento que te haría caer,
que mis manos eran dagas que arrebataban las horas de los relojes solo por encontrarle razones de sobra a la voluntad de los despertares.
Te podría ver dormir eternamente en mi regazo y recordar que fueron mis caricias las que te hicieron despegar en un vuelo supremo.
Soy libre de decir lo que quiera, mis heridas sangran y ya no se curarán más.
Mis manos dormirán una siesta obligatoria y mis atardeceres los veré sola.
No quisiera que mis palabras te matarán la ilusión.
No te odio. Aún hay suficiente amor como para mecer los capullos de las mariposas. Veras mi libertad y no creerás que soy yo.
Te amé para que cuando resucites tengas más fuerza que antes,
para que puedas ver el sol de frente y puedas mentir...