Quintillas quincalleras quizás quemen quilos

Me encanta su compañía
es amable, es amorosa
es la que me alegra el día
es mi mujer, es mi diosa
…me dictó esta poesía.

 

Sé que en esta poesía
no rimaré con acierto
y dejaré al descubierto
lo que mucho me temía:
que no soy ningún experto.

 

Estás temeroso, advierto,
dudas de venir conmigo
crees que yo te pervierto.
Eres tan solo un amigo
y contigo me divierto.​

 

Realmente me divierto
cuando las quintillas leo
me sirven de parloteo
porque son un libro abierto,
y aquí aguanto, no me apeo

 

Como jinete, me apeo
si la ocasión lo amerita.
Si se trata de una cita,
con la moza me floreo.
¡Quién lo bailado me quita!​

 

Las manos me dijo, quita
de ese postre de la abuela
por mucho que a limón huela
que te gula necesita
saber cómo se consuela.

 

Con sus letras se consuela
el incansable escritor.
Su trazo deja la estela
de un polícromo dolor
como agridulce acuarela.​

 

Sigo, pero te ha quedado fuera de métrica el cuarto, Pi.

Si depende del color
del cristal con que se mire,
que el humilde prisma aspire
a expresarnos tu dulzor.
Esperemos que se inspire.​

 

Para que mi amor me inspire
poco trabajo ha de hacer
porque aunque solo me mire
me derrito por doquier
y logra que yo suspire.

 

Cuando el estío suspire
el último lirio erguido,
avisará que te has ido
y que, resignado, admire
tu vuelo libre y sin nido.​

 

De amor tuvimos un nido
en las tardes de partido
pero el match fue cancelado
por razón del campo helado
y corro aunque estoy herido.

 

Desde la ventana, herido,
el valle llega a mis ojos.
Con tonos grises y rojos
es hollín, sangre y olvido,
atardecer y despojos.

​

 

Un dechado de despojos
era el pobre de la esquina
envuelto en su gabardina
y tapado hasta los ojos
con un alma mortecina.

 

¿Qué está fumando la rana?
¿Será hachís, será tabaco?,
¿opio?, ¿quizá marihuana?
No la juzgo ni la ataco
porque yo no uso sotana.

​