Liras ligadas logran labrar los lúcidos locos

Si es tu decir sincero,
si no escondes razones misteriosas
que causen desespero
por turbias y oprobiosas,
tendrás de mí caricias deliciosas.​

 

En el verso navegas
cual hábil marinero a sotavento.
Tu hermosa voz me legas
como tierno lamento
haciéndome temblar el sentimiento.​

 

Los placeres del lecho
dejaron de gustarme por tu daño;
me arrancaste del pecho
viejas flores de estaño
abriendo otras heridas que ahora plaño​

 

Siempre te extraño, a ratos,
yo sueño que te encuentro y que bailamos
que luego hacemos tratos
de que nos encontramos
en el mismo lugar que nos amamos.​

 

Por soñarte no duermo
para que siempre estés en mí presente.
Pensarás que es enfermo
o tal vez inocente
la imposible pasión que mi alma siente.​

 

Tu voz es suave viento
que regala frescura a mi sentir.
Me endulza el pensamiento,
alegra mi vivir
y vuelve poesía a resurgir.​

 

Querido Pi, eso no es lira, es terceto.
Pasa bonito día.

 

Me seduce otra vez
ese tacto de adelfa de tus manos:
tóxica sencillez
que da afectos insanos,
mejor tenerlos cuanto más lejanos.​

 

Predadores, gusanos,
lacayos, prostitutas y el prejuicio,
un hato de villanos
que nos saca de quicio
nos gobierna en el medio del suplicio.
​

Me he olvidado del lirismo con esto que dejo.

 

Quiero nuevos efectos
nuevos brillos de luces y colores
aún siendo incorrectos
aún sin ser mejores
quisiera vislumbrar nuevos albores.

 

No sé porqué tu asumes
que siempre habré de amarte sin medida.
De atractivo presumes,
mas me tienes dolida,
cada noche sin vos es honda herida.​

 

Y comieron perdices,
eso dicen de aquellos que al final
lograron ser felices,
mas creo que no es tal
pues perdices nunca hubo en el barrial.​

 

Este ambiente barrial
con tanto olor a tango me recuerda,
por ser tan visceral
y aunque lento se pierda,
que la vida no tiene que ser cuerda.​

 

Fui pozo y tú la cuerda,
fuiste barca en mis mares descubiertos;
de tu pincel fui cerda,
tú nota en mis conciertos
pero nuestros amores ya están muertos.
​

 

Tantos pétalos yertos
yacen en el recuerdo de este amor,
que no alcanzan desiertos
que incineren su ardor.
A pesar de estar muertos, dan temor.​

 

Yo sé de desenfrenos.
Por conocerte a ti me doctoré.
Ingerí los venenos
el día que miré
esos ojos que nunca ya tendré.​