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Eterna pesadilla

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Juan Manuel Botero Arias, 29 de Mayo de 2025. Respuestas: 1 | Visitas: 101

  1. Juan Manuel Botero Arias

    Juan Manuel Botero Arias Poeta recién llegado

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    Había pasado media hora y la espera se diluía en varias ráfagas leves de viento frío. Mi amigo, Luan, no aparecía.

    Sentado en la banca de un parque, me perdía en los detalles musgosos de la madera mojada de los árboles.

    Hace más o menos una hora había cesado un fuerte aguacero, y muestra de eso eran las decenas de gotas que se podían apreciar en el sube y baja, la deslizadora, la fila de llantas del parque y hasta en los tejados de las casas.

    El día se hacía más oscuro y a penas eran las tres de la tarde. Las ráfagas de viento se hacían más fuertes.

    Después me iría de aquel parque y caminaría por un extenso callejón que daba con la zona turística del pueblo.

    Aquella zona comercial constaba de una cuadra extensa, con más de veinte locales de comida, bares y misceláneas.

    Me dirijo al primer local de la cuadra. Era una miscelánea; tenía heladería, un pequeño menú de comidas, que constaba de arepas rellenas y hamburguesas, también se vendían artículos de limpieza y de papelería.

    Después veo salir a un hombre de tercera edad, de tez morena, delgado, calvo y con una joroba prominente. Este, caminando con dificultad se dirige hacia mi diciéndome:

    —Ya lo atiendo joven, deme un momento.

    El señor volvía a entrar, y al minuto, escuché el sonido de un plato rompiéndose, no obstante, vendría acompañado de un prolongado y vago silencio sepulcral.

    Parecía que el entorno se había enmudecido por completo. No podía escuchar nada. Grité, pero solo me quedé sin aire y aturdido de confusión.

    Pasaban los segundos y los minutos, y el señor no se volvía a asomar. "Tal vez deba ir a otra tienda" pensé pasados diez minutos. Opté por ir a un local que se hallaba en toda la mitad de la cuadra.

    En dicho bar, no habitaba ningún ser viviente, pero por alguna razón, sus puertas se abrirían de par en par, mostrando sus grandes materos de orquídeas rosadas y pequeñas mesas blancas.

    Justo antes de llegar a mi destino, la curiosidad me ganaba por completo, y aún con el cuerpo de espaldas, giro mi cabeza y miro por encima de mi hombro, y veo que el viejo está vez se hallaba afuera, en la puerta del local.

    Pensaba seguir mi camino, pero me percaté de algunos detalles que me hicieron girar el cuerpo por completo.

    El señor se manda ambas manos en el abdomen y seguidamente, le daría una fuerte tos seca, manchando su viejo camisón negro de sangre.

    Siento el impulso de correr a rescatar al viejo miserable, sin embargo, no logro moverme. La parálisis recorre todo mi cuerpo y un intenso dolor en el cuello me pone a sudar.

    El señor mostraba unas muecas extrañas, dónde forzaría una sonrisa tensa, con unos ojos saltones que parecían quererse salir de sus órbitas.

    De repente, lanzaría gritos ensordecedores de dolor cayendo al piso, víctima de varias contracciones dolorosas en las piernas.

    De un momento a otro, se abre con fuerza la puerta de la miscelánea y aparece una mujer esbelta de vestido celeste.

    Su cabello oscuro bajaba más allá de la cintura y su mirada penetrante se adornaba por encima de sus cejas gruesas.

    La mujer avanza, sin ningún atisbo de duda hacia el cuerpo desahuciado del viejo. Luego, saca de su abultado escote, una navaja cuatro huecos.

    Arremete contra él, enterrando los ocho centímetros de la hoja de la navaja en el abdomen, las piernas, los brazos, el rostro, el pecho y la garganta.

    Lo apuñalaba con velocidad, y su muerte llegaría pronto, no sin antes soltar, tres estridentes alaridos de dolor. El último que soltó, me retumbó los tímpanos por varios segundos.

    La mujer atacaba con una navaja pequeña, pero con un filo brillante que relucía junto con una sonrisa de oreja a oreja, en señal del sadismo más sanguinario.

    Fuertes escalofríos me pasaban por la espalda y justo cuando una punzada dolorosa se aferraba a mi frente, la mujer decide levantar su mirada hacia mi. Veo sus ojos, están completamente en blanco.

    Está vez, la mujer le propina una fuerte puñalada en el pecho, sin quitarme un segundo, su mirada vacía de encima.

    Abro los ojos, estoy en cama. Sudo demasiado y el corazón me late con fuerza. A pesar de todo eso, me siento a salvo. No fue realidad, solo uno de esos espantosos sueños que a uno le dan al menos, una vez al año.

    Lastimosamente, mi suerte no sería mucha, porque aún en mis peores pesadillas, la mujer me sigue con sus pupilas ausentes, su figura esbelta cubierta por el claro vestido de azul celeste, y su mano amenazante, apuntando con el filo puntiagudo de su navaja ensangrentada.
     
    #1
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  2. Alde

    Alde Miembro del Jurado/Amante apasionado Miembro del Equipo Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    Una historia bien fuerte.
    El miedo y la presión psicológica de los sueños.

    Saludos
     
    #2
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