El rincón de la silva

Las horas son presuntas
hormigas que desgranan la existencia.
Dudo mucho que sea coincidencia
que, escasas de preguntas,
pocas transciendan la hormiguesca ciencia.​

 

Esencia.

Aún respiro esencia
que ha dejado tu amor sobre mi pecho,
la flor de tus palabras aun aroma,
siento que aún estás aquí conmigo.
Yo sé que es inconsciencia,
no quisiera que entrara en mí el despecho.
La soledad asoma
y se ofrece procaz a ser mi abrigo.
¿Cómo puede lo grande disiparse?
¿Cómo puede el amor nomás perderse?
¿Cómo puede tu luz así eclipsarse?
¿cómo puede la vida deshacerse?
Es que somos finitos y transientes,
el amor es regalo singular,
otro eres si lo vives y lo sientes,
pero nunca lo puedes controlar.
Solo queda el recuerdo palpitando
que te concede vida, luego y cuando.​

 

Ni dónde, cómo o cuándo
es el lugar que ocupo en la vida.
Inicié la partida
cuando nací llorando
quién sabe qué desgracia de un ancestro.
Si le puse el cabestro
al corcel de un momento deslumbrante,
fue por temerle a un brinco o coz errante
de un corazón inerme,
o quizá por terror a conocerme.​

 

Es absurdo el gentío
que patea basuras en su prisa.
En la calle, la brisa
es de un asfalto batido en loquerío.
Respiro sus sainetes
mientras hollines alzan barriletes*.​

* 5. m. Arg. cometa

​

 

Cumbre.

Perdida en los recuerdos,
buscando tu calor de entre tus versos
aroma de tu piel y de tu aliento,
yo me torturo ansiando tu regreso.
Pero ansiar el pasado no es de cuerdos,
ni tampoco inventar más universos,
mas mi realidad cambiar intento,
pero torpe, no sé cómo hacer eso.
¿Cómo volver a estar en una cumbre
donde el cielo despliegue iridiscencia
y unos ojos me expliquen, gaya ciencia,
que el vivir libertad sea costumbre?
Que todas las cadenas se disuelvan,
y que construir la vida sea un arte
donde sea el amor su gran baluarte.
Quiero que tus valores a mí vuelvan.
Así estarás en mí ya eternamente
y no andaré más sola entre la gente.
​

 

Existe el indigente
de amor, y yo lo he sido.
Es la hambruna letal sin buen recuerdo,
el dolor de un relámpago tendido
en el pecho, sin un destino cuerdo
de lluvia redentora.
Es la infinita hora
que se transforma en moribundo siglo,
las noches que detestan cada aurora.​

 

No se soporta.

Hace mucho calor desde la aurora.
El país parece horno.
Mueren aves volando allá en la costa.
Se me escurre la piel hora por hora.
Querer estar desnuda no es por porno,
es ansia de frescura.
El humor se me agosta.
El sueño no es recurso, no refresca.
Aunque sueñe buscando osos polares
y remonte la altura,
todo parece yesca,
se incendian platanares.
Escribo sobre el hielo, no me importa
que se funda el poema de pesares.
Ni pensando en tu amor, hoy se soporta.​

 

Dame serenidad
nada de exclamaciones y los premios
vanas voces parad
esos locos apremios,
guardalos para el libro
que la fiebre me toca en los pesares
mil espasmos de gripe son lugares
sin nada de equilibro.-​

 

Blancas margaritas.

Me dicen - natural,
a tu edad el amar, es poesía-
Poesía, regalo de los dioses,
que dan al alma mía
la fórmula que alivia mi moral,
si me dejas vacía con adioses.
Con ella yo construyo campanitas,
que suenan anunciando la mañana
y sonrisas de sol
que alumbran a las blancas margaritas
con promesas de amor, ¿me quiere o no?
Y yo vuelvo a soñar tu risa sana
y el tono de tus rosas, arrebol,
pensando, no me quiere, mas me amó.


​

 

Conecto varios cables
veloz, desde las yemas de mis dedos,
hacia tu piel con cargas de impensables
deseos que se burlan de mis credos.
Y pronto te electrizas,
sin mayor protección que un par de ojazos
que imploran que me calme entre tus brazos
antes que tanto amor nos haga trizas.​

 

Resonancia.

Me gusta tu derroche
de versos que palpitan como estrellas.
El ritmo de tu canto
es música que ensalma
y me puebla lo sueños por la noche.
Y sueño cada tanto
que llego por tus ojos hasta tu alma
y entonces la distancia no hace mellas
y siento que ambos somos uno solo
que sorprende a la luna que es espejo
de los versos del sol
versos que de su amor son un reflejo
fundidos en crisol,
y nuestra voz resuena con Apolo.

​

 

Es otra dimensión.

A qué puedo aspirar
sabiéndote tan lejos, en el fondo
del mundo que girando nos separa.
Ni Coriolis repara
con sus fuerzas de giro tan orondo,
giro que centrifuga nuestro amar.
Pues nuestro amor es denso,
nos quedamos al fondo comprimidos
muy cerca uno del otro, así fundidos,
sin usar el espacio que es inmenso.
Pues nuestra inmensidad
es otra dimensión,
es intensa pasión
que incendia nuestra mutua intimidad.

​

 

Caen en soledad
las hojas en los días de tu ausencia.
Son millones, y aún así, demencia
en desamparo son, por su frialdad.
Y esas hojas son gente en la ciudad.
Van y vienen, morir es su ciencia,
el arte de dormir bajo una piedra,
la marcha que desmedra,
circadiana y brutal en la conciencia,
lo poco que guardé de humanidad.​

 

Hablan mucho del Hades,
de cosas que no entiendo
pero que sufro en vida por mitades.
"Medio vivo", "ya casi muerto" así
pasan días y a medias los comprendo.
No sé si me escondí
muy temprano del sol de la existencia.
No tengo la experiencia
si renacer, de mí
se espera en esta noche junto a ti.​

 

Caudal.

Navego en el caudal
por ese río azul de los recuerdos.
Sus brillos me liberan los sentires,
son reflejos de auroras,
cánticos de canoras
momentos suspendidos sin final.
En ese espacio llano
revuelvo tus decires
que son piedras preciosas.
Con ellas elaboro a veces rosas
o a veces simples flores y me ufano
de ese jardín de amor que reconstruyo
que tiene mi decir y también tuyo.
Y estás dentro de mí con esa bulla
logrando que la risa se escabulla.
Conmigo estás así, sin que te vea
que mirarte no importa pues te siento
y el alma se me queda sin lamento.
Que gracia es la memoria, parpadea
y el brillo aún deslumbra
de amor, en la penumbra.

​

 

Nada auspicioso tu mirar vislumbra.
Un corazón se herrumbra
con tantos horizontes de pupila
reseca en soledad.
Te ves pura mitad
frente a mí. Y un pasado me encadila
con pantallazos de algo inexistente.
Camino entre la gente
imaginándome el final austero,
desprendido de fanfarria y no quiero
pensar que solo en ti renace el llanto.
Somos dos en un manto
de niebla indescifrable.​

 

La duda.

La duda es duro sable
que lacera la fe, va y la destroza.
Va quedando una endeble y pesarosa,
sin un norte, ni un sur, sin vía estable.
No hay razón, ni sentido que nos valga.
El amor, la ilusión, son solo engaño.
Son dados que tiramos a la suerte
y con esa misión, azar cabalga.
Puede ser para bien o para muerte.
Nos transforma en un ser hostil y huraño.
Desconfiamos igual de una sonrisa,
o el apoyo que alguno quiera darnos.
Solo queda crecer y levantarnos.
Desafiar al destino,
saberse peregrino
de este mundo tan lleno de avatares.
Y construir nueva vía, mas sin prisa,
poniendo el corazón en cada paso,
sabiendo que el vivir nos da pesares,
pero sembrando amor nace esperanza,
que no todo en la vida es un fracaso
logrando así girar a la balanza.

​

 

Deseo la tardanza.
Deseo la tortura de esperarte.
Es veneno en la punta de una lanza
que cerca un corazón al recordarte.
Es insulto, despecho y también arte
que se sabe culmina en redención.
Es por eso que aguardo,
sin prisa o decepción.
Me devoro este cardo
porque aguardo llegar hasta su pulpa.
Amo esta sinrazón.
Y no tienes la culpa.​

 

Camuflaje.

Tú no tienes la culpa
si el rechazo te nace en las entrañas,
si no quieres volver,
si no quieres mirarme.
El pasado es pasado y no te inculpa.
Ya no importa el ayer,
son pasadas hazañas.
Lo que importa es que tú quieras amarme.
Es mejor no ocultar facetas grises
y aceptarnos tal cual, sin camuflaje.
es mejor presentarnos al desarme
sin ningún artificio, sin matices,
e iniciar, como somos, este viaje.


​

 

Dicen que hay un paraje
donde un pliegue del sol lo abriga todo,
la carne, lo infernal,
las arenas y el lodo,
sin prejuzgar al mal
o encarcelar al bien
del beso de una joven sin sostén.
Es mágico rincón.
El pobre y el convicto amigos son
pues su suerte es la sombra que se ha ido.
El rico se arremanga, enloquecido,
muy junto a su sirviente al cocinar.
Hay panes sueltos que recorren mesas,
partiéndose en las bocas y en promesas
de abundancia y de tanto celebrar.
Y es tierra de poetas, un altar
del que nadie sabrá ni quiero hablar.​