Liras ligadas logran labrar los lúcidos locos

“DRAE” descompagina
la métrica propuesta en desatino.
Sonaba poco fina
y como buen vecino
esa lira en error descontamino.

 

Música con son fino
me silencia la voz de la escritura.
El violín diamantino
que suena con su altura
me alegra el corazón. ¡Qué gran ventura!.

​

 

Existen colecciones
de pinturas centradas en el mar.
Tormentas y barcones
invitan a pintar
esa magia marítima sin par.​

La pintura es de Ivan Konstantinovich Aivazovsky (1817-1900)

 

Atrapado en el bar
aburro al camarero con mis cuitas
y le impido cerrar
ninguna de sus citas
por culpa de mis penas ya descritas.

 

Lloro si resucitas
al verlo caminar en la mañana
mientras en mí marchitas
tus sueños de ventana
y sale a relucir la nueva cana.

 

Es hermoso el anillo
que aprisionas, dorado, entre tus dedos
tu mano es pajarillo
que agitan los miedos
necesitas pensarlo, son tus credos.

(Felicito a los anteriores poetas que publicaron, por sus preciosas liras)

 

Detesto los enredos.
Sin embargo, en tu hermosa cabellera
no me causan los miedos
que me incitan cualquiera
que me invente una treta callejera.

 

No sé si es que es o fuera
la verdad o mentira que él dijese,
pero me dejó afuera
No buscaré más a ese,
por su causa perdíme por esa era.

 

Si desapareciera
en un instante, muerto sin un viso
de luz en mi alma entera
es porque así lo quiso
un celoso demonio que diviso.

 

Yo no sé por qué lo hizo
aventó sus poemas en el fuego
de todos se deshizo
mas yo le dije luego
cuando quieras mis copias yo te lego.

 

Las pasiones que apaño
son el motor inmóvil de los griegos.
La llama nunca es daño
de saludables egos.
Debemos avivar los sanos fuegos.

 

En ciertas noches caben
ardores en un corazón maltrecho.
Y algunos miedos saben
que en un tímido lecho
se transforman en tórrido desecho.

 

Caricaturizados
en parodia sin fin nos encontramos.
Totalmente agotados,
casi no nos amamos
y hasta en forma mecánica besamos.

 

Un tanto estrafalario
el vestido escotado que trajiste.
Mi atuendo de empresario
parece solo un chiste
que ensalza el espectáculo tan triste.

 

Es un asunto triste
que por allá en el norte haya sequía
ya no encuentras ni alpiste
ni avena, ni sandía
algunas veces no hay agua para el día.

 

Al ver cómo las hojas
deshilachan otoños incontables
repartiendo congojas
sin sentirse culpables
sé que existen los males incurables.

 

Escucho sus canciones
disfruto y miro atrás: hay un jinete
que muestra así sus dones,
su voz grave somete
y me hace cabalgar: Jorge Negrete.

 

Dijiste: “Matasiete,
con esas pretensiones de galán
y escaso de billete
no se consigue el pan
y menos, amorcito, lo que Adán.”

 

No tengo desparpajo
y me cuesta expresar mis emociones,
creo que me rebajo
si cuento sensaciones
carentes de interés, flojos sus guiones.

 

Pongo mis oraciones
con el sujeto, verbo y complemento,
y van mis expresiones
según como las siento,
tratando de poner el grato acento.