Caminando con el diablo

En aquel camino solitario un hombre se acercó a mí, se veía triste y le pregunté qué ocurría.

—Todos me odian —dijo aquel hombre.

—¿Y qué ha hecho usted para ganarse ese odio? —le pregunté.

—Bueno —dijo él—. Yo hago el mal, yo soy el diablo y ese es mi trabajo.

Su respuesta me impactó pero me llenó de curiosidad caminamos por aquel camino y me siguió contando sus penas.

—¿Y por qué no hace usted el bien? —le pregunté.

—Porque nadie creería que yo fui quien lo hizo —dijo con voz baja—. Si yo hiciese el bien creerían que fue el de arriba a él le darían las gracias y el crédito de mis buenas acciones, y a mí sólo me culparían del mal como siempre lo hacen, incluso si es provocado por ellos mismos.

Seguimos caminando y caminando con el diablo aprendí que es un ser lleno de tristeza, caminando con el diablo me enteré de que cumple su función en el mundo.

—Alguien debe castigarlos —dijo él—. Alguien debe hacerlo y ese alguien soy yo, porque el tipo de allá es muy bueno y no puede hacer el mal, así que me ha dado a mi esa tarea, debo ser yo el encargado de los castigos.

Seguimos caminando, y caminando con el diablo puede ver que su maldad es poca comparada con su pena, caminando con el diablo no sabía si me engañaba o decía la verdad.

—Sé que usted duda de mí —dijo serio—. Y no lo culpo, todos lo hacen, porque me tienen miedo, tienen miedo de que les tienda una trampa temen que los engañe y tienen mucha razón, porque a la primera oportunidad lo haré, porque esa es mi función, es mi tarea, mi trabajo y mi trabajo es bastante simple si se ve desde cierta perspectiva.

—¿Y cuál es en sí el objetivo de su trabajo? —pregunté mientras llegábamos al final de aquel camino de luz.

Él apuntó al horizonte donde allí se podía ver el paraíso, él me miró y dijo: —hacer que él se vea bien...