Todo por un paquete de tabaco

Carlos se agachó para recoger de la carretera el euro que se le había caído de las manos mientras contaba las monedas para comprar un paquete de tabaco de liar, de la marca Pueblo. Un Seat León amarillo, color que detestaba, venía a gran velocidad. Carlos giró la cabeza y le dio tiempo a ver al conductor hablando por el teléfono móvil. ¡Madre mía, aquí se acabó todo!, logró exclamarse antes de que el vehículo lo atropellara.

Pasado un instante imposible de determinar para él, se notó elevar por encima de lo que había sido su cuerpo, pero no como siempre acostumbraban a ver sus ojos. Supo que el cuerpo atropellado era el suyo, una sombra grisácea sobre el negro asfalto de la carretera. Un poco más allá, una energía de extremidades amarillentas y cuerpo rojizo, cubría su cabeza con las manos ante la sombra grisácea. Debe ser el que me ha atropellado, se dijo, pero no oyó la voz, sino que era como un pensamiento escapando rápidamente hacia el horizonte.

Detrás de la sombra atropellada, el motor y las ruedas del Seat León, además de las otras formas más pálidas, formaban en se mente la silueta del coche.

Mientras su espectro se esfumaba, vio llegar a unas luces rojas acompañadas de una sirena que se dispersaba en sus oídos. Otras muchas formas de cuerpos se acercaban y arremolinaban alrededor del fallecido. Tumultos de palabras y débiles alaridos eran lo último que escuchaba.

Multitud de lucecitas situadas a diferentes alturas, así como hileras de ellas, le dijeron que era la pequeña ciudad alejándose.
De pronto, una luz al final de un túnel que no sabría dimensionar, aparecía diminuta en la lejanía. No soy yo el que se acerca a esa luz, se dijo, es ella yéndose de mí. Y no es un túnel, sino el sol alejándose.

Todo fue oscuridad y silencio por un sin tiempo. Empezó a divagar sobre qué ocurría. Rebuscó entre lo estudiado durante su vida. Se acordó que al morir el cerebro aún tenía siete minutos de vida. Si uno muere, se sale del tiempo, por lo que siete minutos pueden ser infinitos. Y si no puedo contar el tiempo, ¿qué me queda? El espacio, se respondió. aquí no veo espacio, solo algo como un universo, o el mismísimo universo, porque lo que son estrellas, si es que son estrellas, sí las veo. Pero no hay planetas, o a lo mejor sí, pero como nunca he sabido distinguirlos, habré de toparme con uno en las narices para estar seguro de que es un planeta.

¡Ja, si me viera mi madre ahora!, seguro que me diría que cómo soy, que me he muerto y en vez de preocuparme me pongo a divagar sobre firmamentos y chorradas. Yo no he tenido la culpa, si me han atropellado, ¿qué quieres que haga yo? ¿A quién demonios le hablo? Tendré que hablar con alguien, aunque sea conmigo mismo. Es curioso, siempre imaginé que en mitad del sistema solar, o del cosmos este, haría más frío del que tengo, aunque no tengo ninguno. Me jode haberme muerto sin tabaco. No, no tengo bolsillos, me quedaba para un par de cigarrillos, y un par de papeles de liar, pero como no tengo ni pantalones ni camisa ni bolsillos..., ni tampoco mechero... Si me acercara a una estrella de esas, ahora mismo no me acuerdo del nombre de ninguna... ¿Andrómeda, o eso era una galaxia? De todas maneras creo que me chamuscaría si acercara el rostro a una estrella de esas con un pitillo en la boca ja, ja, ja...

¡Anda que si aparecieran extraterrestres y me preguntaran sobre la sabiduría humana a mí, que no me acuerdo de nada! ¿Quién me va a preguntar aquí, en medio de la nada esta? Solo falta que no se duerma en el estado este que anda uno! Como no sé el tiempo que pasa pues no sé cuándo he de ir a dormir. Eso te va bien, so golfo, le pareció que le decía su madre. ¡Qué pesada, Dios mío!, ¿ni aquí me vas a dejar en paz? ¡Que tu madre no está, que estás solo! Ya, ya... ¡calla un rato! ¡Si soy tú, como quieres que me calle! ¡Pues mira, vete a la mierda, anda!, que estás muy pesado. ¿Y dile a mi madre cuando la veas que a ver si es capaz de encontrarme esta vez? ja, ja, ja...

Carlos creyó intuir que Júpiter, Urano y Neptuno pasaron cerca, pero no podría jurarlo. A Saturno sí, por lo de los anillos. ¿O era una galaxia? ¡Vaya a saber uno? Si no he visto los más gordos ya me puedo despedir de Plutón. Voy a intentar dormir porque esto va para largo. Espero que le metan un buen paquete al gilipollas ese del teléfono. ¡Ahora que me iban a pagar los del paro once meses. 426 euros por 11 son casi 4.500 euros, así, a bote pronto. ¡Cuántos paquetes de tabaco habría comprado!, y cervezas, y alguna prostituta, pocas, que cobran mucho.

Así continuó Carlos días, semanas o meses, que no se sabe. Lo que sí se sabe es que se hablaba cada vez con menos ganas, más flojito, por lo que lo confundía con el sueño mientras daba vueltas como un cosmonauta de esos reparando la rueda de su cohete amarillo. Al fin, si dormir era callarse, Carlos durmió una burrada.

Se despertó porque su ser sombrío se desmembraba. Una fuerza brutal lo arrastraba a una velocidad absurda, Lo sabía por que las estrellas también eran estiradas como un chicle de masticar por dos dedos gigantes. ¡Allá voyyyyyyyyyyy, esto debe ser un agujero negro de esosssssssssssssssss! Ahora sí que no me encuentras ni locaaaaaaaaaaaa mi madreeeeeeeeeeeee jaaaaaa, jaaaaa, jaaaaaa...

Bip, bip, bip, bip, bip... Era un ruido como pitido de televisor sin sintonizar el que oía, como el tinnitus que había padecido durante años, pero a lo burro. Era el ruido que lo estiraba millones de kilómetros y esparcía las células, átomos o el material que lo formaba ahora. Se sentía expandir hasta alcanzar el tamaño de un universo, o eso era lo que pensaba mientras tatareaba el anuncio famoso del Bic naranja escribe fino, Bic cristal escribe normal BiC, Bic, Bic Bic Bic.

¿Seré un ser bidimensional, como aseguraba el Jofkin ese? ¿Una vacaburra peluda? ¿O un vampirozombi? ¿O un indio fumando la pipa de la paz? ¿O un taxista en el Sahara? ¿Un cirio, un elefante con aletas y cuerno de unicornio, una maleta de la Claudia Sifer, un tomate de mi huerto, un pepino...? Una calabaza, un burro, eso es lo más probable. ¡Jo, es que no me voy a librar de ti ni dentro del agujero negro este?

Mientras Carlos pensaba estas cosas tan importantes, efectivamente, se transformaba en un ser bidimensional, un ser al antojo de las nuevas tecnologías. Las ondas de radio, de Internet, de televisión... lo llevaban de aquí para allá sin la menor lástima. ¡Bueno, tampoco ha cambiado tanto la vida!, se escribió!, si no contamos el tabaco, claro... ¡Jo, el Jofkin ese tenía razón, me he convertido en información bidimensional, mala información, eso sí! Lo malo es cuando me toca visitar la telenovela de mi madre, el secreto de Puente Viejo ese! ¡Mira que lo detestaba y ahora...!

Bic naranja escribe fino, Bic cristal escribe normal BiC, Bic, Bic Bic Bic. ¡Lastima que no pueda silbar!

 

Estimado Vicente...
Esos siete minutos, trascendentes, donde divagan lo que queda, "la vida" cuando "acaba" es devorada por los viajes interplanetarios sin retorno. No conocía esta faceta tuya, así que, celebro leerte en prosa. Un fuerte abrazo!!

 

Es probable, Luis, que tenga tanta prosa escrita como poesía. De hecho, me gusta más la prosa, aunque, como habrás podido comprobar, de unas formas un tanto originales y atípicas.

Gracias por pasar, compañero. Te mando un abrazo.

 

El lujo es tu visita, Ligia.

Un abrazo cordial, amiga.

 

muy bueno.

 

Gracias por su tiempo, le mando saludos cordiales.

 

Seguí tu prosa con agradable lectura.
Recibe los saludos de Cuentista.

 

Gracias compañero. Es agradable que nos lean, nos visiten y nos comenten.

Saludos desde Barcelona.

 

Felicitaciones, bellas meditaciones, para meditar, saludes, mis mejores deseos.

 

Gracias Marco Antonio, y perdona la tardanza en responderte.

Saludos cordiales.