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Rubén Darío

Tema en 'Biblioteca de Poética Clásica (Poetas famosos)' comenzado por VicenteMoret, 5 de Julio de 2013. Respuestas: 8 | Visitas: 2974

  1. VicenteMoret

    VicenteMoret Moder. Biblioteca P. Clásica.Cronista del Tamboura Miembro del Equipo Moderadores

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    ​RUBÉN DARÍO. (Metapa, 1867 - León, 1916) Seudónimo del gran poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, iniciador y máximo representante del Modernismo hispanoamericano. Su familia era conocida por el apellido de un abuelo, "la familia de los Darío", y el joven poeta, en busca de eufonía, adoptó la fórmula "Rubén Darío" como nombre literario de batalla. Con una dichosa facilidad para el ritmo y la rima creció Rubén Darío en medio de turbulentas desavenencias familiares, tutelado por solícitos parientes y dibujando con palabras en su fuero interno sueños exóticos, memorables heroísmos y tempestades sublimes. Pero ya en su época toda esa parafernalia de prestigiosos tópicos románticos comenzaba a desgastarse y se ofrecía a la imaginación de los poetas como las armas inútiles que se conservan en una panoplia de terciopelo ajado. Rubén Darío estaba llamado a revolucionar rítmicamente el verso castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasías, de ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de canguros y tigres de bengala conviviendo en el mismo paisaje imposible.​


    Casi por azar nació Rubén en una pequeña ciudad nicaragüense llamada Metapa, pero al mes de su alumbramiento pasó a residir a León, donde su madre, Rosa Sarmiento, y su padre, Manuel García, habían fundado un matrimonio teóricamente de conveniencias pero próspero sólo en disgustos. Para hacer más llevadera la mutua incomprensión, el incansable Manuel se entregaba inmoderadamente a las farras y ahogaba sus penas en los lupanares, mientras la pobre Rosa huía de vez en cuando de su cónyuge para refugiarse en casa de alguno de sus parientes. No tardaría ésta en dar a luz una segunda hija, Cándida Rosa, que se malogró enseguida, ni en enamorarse de un tal Juan Benito Soriano, con el que se fue a vivir arrastrando a su primogénito a "una casa primitiva, pobre y sin ladrillos, en pleno campo", situada en la localidad hondureña de San Marcos de Colón.


    No obstante, el pequeño Rubén volvió pronto a León y pasó a residir con los tíos de su madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el coronel Félix Ramírez, los cuales habían perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus verdaderos padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a Rosa Sarmiento, a quien desconocía, y poco más o menos a Manuel, por quien siempre sintió desapego, hasta el punto de que el incipiente poeta firmaba sus primeros trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez.


    Durante su primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún poema cargado de invectivas, aludiendo a sus "sotanas carcomidas" y motejándolos de "endriagos"; pero en esa etapa de juventud no sólo cultivó la ironía: tan temprana como su poesía influida por Bécquer y por Victor Hugo fue su vocación de eterno enamorado. Según propia confesión en la Autobiografía, una maestra de las primeras letras le impuso un severo castigo cuando lo sorprendió "en compañía de una precoz chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de Góngora, las bellaquerías detrás de la puerta".


    Antes de cumplir quince años, cuando los designios de su corazón se orientaron irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de ojos verdes llamada Rosario Emelina Murillo, en el catálogo de sus pasiones había anotado a una "lejana prima, rubia, bastante bella", tal vez Isabel Swan, y a la trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de ellas, sin embargo, le procuraría tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y como manifestara enseguida a la musa de su mediocre novela sentimental Emelina sus deseos de contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer sin incurrir en irreflexivas precipitaciones. En agosto de 1882 se encontraba en El Salvador, y allí fue recibido por el presidente Zaldívar, sobre el cual anota halagado en su Autobiografía: "El presidente fue gentilísimo y me habló de mis versos y me ofreció su protección; mas cuando me preguntó qué es lo que yo deseaba, contesté con estas exactas e inolvidables palabras que hicieron sonreír al varón de poder: "Quiero tener una buena posición social".


    En este elocuente episodio, Rubén expresa sin tapujos sus ambiciones burguesas, que aún vería más dolorosamente frustradas y por cuya causa habría de sufrir todavía más insidiosamente en su ulterior etapa chilena. En Chile conoció también al presidente suicida Balmaceda y trabó amistad con su hijo, Pedro Balmaceda Toro, así como con el aristocrático círculo de allegados de éste; sin embargo, para poder vestir decentemente, se alimentaba en secreto de "arenques y cerveza", y a sus opulentos contertulios no se les ocultaba su mísera condición. Publica en Chile, a partir de octubre de 1886, Abrojos, poemas que dan cuenta de su triste estado de poeta pobre e incomprendido, y ni siquiera un fugaz amor vivido con una tal Domitila consigue enjugar su dolor.


    Para un concurso literario convocado por el millonario Federico Varela escribe Otoñales, que obtiene un modestísimo octavo lugar entre los cuarenta y siete originales presentados, y Canto épico a las glorias de Chile, por el que se le otorga el primer premio, compartido con Pedro Nolasco Préndez, y que le reporta la módica suma de trescientos pesos.


    Pero es en 1888 cuando la auténtica valía de Rubén Darío se da a conocer con la publicación de Azul, libro encomiado desde España por el a la sazón prestigioso novelista Juan Valera, cuya importancia como puente entre las culturas española e hispanoamericana ha sido brillantemente estudiada por María Beneyto. Las cartas de Juan Valera sirvieron de prólogo a la nueva reedición ampliada de 1890, pero para entonces ya se había convertido en obsesiva la voluntad del poeta de escapar de aquellos estrechos ambientes intelectuales, donde no hallaba ni el suficiente reconocimiento como artista ni la anhelada prosperidad económica, para conocer por fin su legendario París.


    El 21 de junio de 1890 Rubén contrajo matrimonio con una mujer con la que compartía aficiones literarias, Rafaela Contreras, pero sólo al año siguiente, el 12 de enero, pudo completarse la ceremonia religiosa, interrumpida por una asonada militar. Más tarde, con motivo de la celebración del cuarto Centenario del Descubrimiento de América, vio cumplidos sus deseos de conocer el Viejo Mundo al ser enviado como embajador a España.


    El poeta desembarcó en La Coruña el 1 de agosto de 1892 precedido de una celebridad que le permitirá establecer inmediatas relaciones con las principales figuras de la política y la literatura españolas, pero, desdichadamente, su felicidad se ve ensombrecida por la súbita muerte de su esposa, acaecida el 23 de enero de 1893, lo que no hace sino avivar su tendencia, ya de siempre un tanto desaforada, a trasegar formidables dosis de alcohol.


    Precisamente en estado de embriaguez fue poco después obligado a casarse con aquella angélica muchacha que había sido objeto de su adoración adolescente, Rosario Emelina Murillo, quien le hizo víctima de uno de los más truculentos episodios de su vida. Al parecer, el hermano de Rosario, un hombre sin escrúpulos, pergeñó el avieso plan, sabedor de que la muchacha estaba embarazada. En complicidad con la joven, sorprendió a los amantes en honesto comercio amoroso, esgrimió una pistola, amenazó con matar a Rubén si no contraía inmediatamente matrimonio, saturó de whisky al cuitado, hizo llamar a un cura y fiscalizó la ceremonia religiosa el mismo día 8 de marzo de 1893.
    Naturalmente, el embaucado hubo de resignarse ante los hechos, pero no consintió en convivir con el engaño: habría de pasarse buena parte de su vida perseguido por su pérfida y abandonada esposa. Lo cierto es que Rubén concertó mejor apaño en Madrid con una mujer de baja condición, Francisca Sánchez, la criada analfabeta de la casa del poeta Villaespesa, en la que encontró refugio y dulzura. Con ella viajará a París al comenzar el siglo, tras haber ejercido de cónsul de Colombia en Buenos Aires y haber residido allí desde 1893 a 1898, así como tras haber adoptado Madrid como su segunda residencia desde que llegara, ese último año, a la capital española enviado por el periódico La Nación.


    Se inicia entonces para él una etapa de viajes entusiastas Italia, Inglaterra, Bélgica, Barcelona, Mallorca... y es acaso entonces cuando escribe sus libros más valiosos: Cantos de vida y esperanza (1905), El canto errante (1907), El poema de otoño (1910), El oro de Mallorca (1913). Pero debe viajar a Mallorca para restaurar su deteriorada salud, que ni los solícitos cuidados de su buena Francisca logran sacar a flote. Por otra parte, el muchacho que quería alcanzar una "buena posición social", no obtuvo nunca más que el dinero y la respetabilidad suficientes como para vivir con frugalidad y modestia, y de ello da fe un elocuente episodio de 1908, relacionado con el extravagante escritor español Alejandro Sawa, quien muchos años antes le había servido en París de guía para conocer al perpetuamente ebrio Verlaine.


    Sawa, un pobre bohemio, viejo, ciego y enfermo, que había consagrado su orgullosa vida a la literatura, le reclamó a Rubén la escasa suma de cuatrocientas pesetas para ver por fin publicada la que hoy es considerada su obra más valiosa, Iluminaciones en la sombra, pero éste, al parecer, no estaba en disposición de facilitarle este dinero y se hizo el desentendido, de modo que Sawa, en su correspondencia, acabó por pasar de los ruegos a la justa indignación, reclamándole el pago de servicios prestados. Según declara ahora, él habría sido el autor o negro, en argot editorial de algunos artículos remitidos en 1905 a La Nación y firmados por Rubén Darío. En cualquier caso, será al fin el poeta nicaragüense quien, a petición de la viuda de Alejandro Sawa, prologará enternecido el extraño libro póstumo de ese "gran bohemio" que "hablaba en libro" y "era gallardamente teatral", citando las propias palabras de Rubén.


    Y es que al final de su vida, el autor de Azul no estaba en disposición de favorecer a sus amigos más que con su pluma, cuyos frutos ni aun en muchos casos le alcanzaban para pagar sus deudas, pero ganó, eso sí, el reconocimiento de la mayoría de los escritores contemporáneos en lengua española y la obligada gratitud de todos cuantos, después que él, han intentado escribir un alejandrino en este idioma. En 1916, al poco de regresar a su Nicaragua natal, Rubén Darío falleció, y la noticia llenó de tristeza a la comunidad intelectual hispanoparlante.


    La obra de Rubén Darío


    Su poesía, tan bella como culta, musical y sonora, influyó en centenares de escritores de ambos lados del océano Atlántico. Darío fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las Letras hispánicas. Los elementos básicos de su poética los podemos encontrar en los prólogos a Prosas profanas, Cantos de vida y esperanza y El canto errante. Entre ellos es fundamental la búsqueda de la belleza que Rubén encuentra oculta en la realidad. Para Rubén, el poeta tiene la misión de hacer accesible al resto de los hombres el lado inefable de la realidad. Para descubrir este lado inefable, el poeta cuenta con la metáfora y el símbolo como herramientas principales. Directamente relacionado con esto está el rechazo de la estética realista y su escapismo a escenarios fantásticos, alejados espacial y temporalmente de su realidad.


    Enteramente inquieto e insatisfecho, codicioso de placer y de vida, angustiado ante el dolor y la idea de la muerte, Darío pasa frecuentemente del derroche a la estrechez, del optimismo frenético al pesimismo desesperado, entre drogas, mujeres y alcohol, como si buscara en la vida la misma sensación de originalidad que en la poesía o como si tratara de aturdirse en su gloria para no examinar el fondo admonitor de su conciencia. Este "pagano por amor a la vida y cristiano por temor de la muerte" es un gran lírico ingenuo que adivina su trascendencia y quiere romper el cerco tradicional de España y América: y lo más importante es que lo consigue. Es necesario romper la monótona solemnidad literaria de España con los ecos del ímpetu romántico de Victor Hugo, con las galas de los parnasianos, con el "esprit" de Verlaine; los artículos de Los raros (1896), de temas preponderantemente franceses, nos hablan con claridad de esta trayectoria.


    --..--


    A continuación reproducimos una pequeña muestra de la obra del poeta.


    --..--


    SONATINA


    La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
    Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
    que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
    La princesa está pálida en su silla de oro,
    está mudo el teclado de su clave sonoro,
    y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.


    El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
    Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
    y vestido de rojo piruetea el bufón.
    La princesa no ríe, la princesa no siente;
    la princesa persigue por el cielo de Oriente
    la libélula vaga de una vaga ilusión.


    ¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
    o en el que ha detenido su carroza argentina
    para ver de sus ojos la dulzura de luz?
    ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
    o en el que es soberano de los claros diamantes,
    o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?


    ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
    quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
    tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
    ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
    saludar a los lirios con los versos de mayo
    o perderse en el viento sobre el trueno del mar.


    Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
    ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
    ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
    Y están tristes las flores por la flor de la corte,
    los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
    de Occidente las dalias y las rosas del Sur.


    ¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
    Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
    en la jaula de mármol del palacio real;
    el palacio soberbio que vigilan los guardas,
    que custodian cien negros con sus cien alabardas,
    un lebrel que no duerme y un dragón colosal.


    ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
    (La princesa está triste, la princesa está pálida)
    ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
    ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
    —la princesa está pálida, la princesa está triste—,
    más brillante que el alba, más hermoso que abril!


    —«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
    en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
    en el cinto la espada y en la mano el azor,
    el feliz caballero que te adora sin verte,
    y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
    a encenderte los labios con un beso de amor».


    --..--


    CAUPOLICÁN


    A Enrique Hernández Miyares


    Es algo formidable que vio la vieja raza:
    robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
    salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
    blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.


    Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
    pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
    lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
    desjarretar un toro, o estrangular un león.


    Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
    le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
    y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.


    «¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta.
    Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»,
    e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.


    --..--



    COLOQUIO DE LOS CENTAUROS


    A Paul Groussac




    En la isla en que detiene su esquife el argonauta
    del inmortal Ensueño, donde la eterna pauta
    de las eternas liras se escucha —isla de oro
    en que el tritón elige su caracol sonoro
    y la sirena blanca va a ver el sol— un día
    se oye el tropel vibrante de fuerza y de harmonía.


    Son los Centauros. Cubren la llanura. Les siente
    la montaña. De lejos, forman són de torrente
    que cae; su galope al aire que reposa
    despierta, y estremece la hoja del laurel-rosa.


    Son los Centauros. Unos enormes, rudos; otros
    alegres y saltantes como jóvenes potros;
    unos con largas barbas como los padres-ríos;
    otros imberbes, ágiles y de piafantes bríos,
    y robustos músculos, brazos y lomos aptos
    para portar las ninfas rosadas en los raptos.


    Van en galope rítmico, Junto a un fresco boscaje,
    frente al gran Océano, se paran. El paisaje
    recibe de la urna matinal luz sagrada
    que el vasto azul suaviza con límpida mirada.
    Y oyen seres terrestres y habitantes marinos
    la voz de los crinados cuadrúpedos divinos.



    QUIRÓN


    Calladas las bocinas a los tritones gratas,
    calladas las sirenas de labios escarlatas,
    los carrillos de Eolo desinflados, digamos
    junto al laurel ilustre de florecidos ramos
    la gloria inmarcesible de las Musas hermosas
    y el triunfo del terrible misterio de las cosas.
    He aquí que renacen los lauros milenarios;
    vuelven a dar su lumbre los viejos lampadarios;
    y anímase en mi cuerpo de Centauro inmortal
    la sangre del celeste caballo paternal.



    RETO


    Arquero luminoso, desde el Zodíaco llegas;
    aun presas en las crines tienes abejas griegas;
    aun del dardo herakleo muestras la roja herida
    por do salir no pudo la esencia de tu vida.
    ¡Padre y Maestro excelso! Eres la fuente sana
    de la verdad que busca la triste raza humana:
    aun Esculapio sigue la vena de tu ciencia;
    siempre el veloz Aquiles sustenta su existencia
    con el manjar salvaje que le ofreciste un día,
    y Herakles, descuidando su maza, en la harmonía
    de los astros, se eleva bajo el cielo nocturno...



    QUIRÓN


    La ciencia es flor del tiempo: mi padre fue Saturno.



    ABANTES


    Himnos a la sagrada Naturaleza; al vientre
    de la tierra y al germen que entre las rocas y entre
    las carnes de los árboles, y dentro humana forma,
    es un mismo secreto y es una misma norma,
    potente y sutilísimo, universal resumen
    de la suprema fuerza, de la virtud del Numen.



    QUIRÓN


    ¡Himnos! Las cosas tienen un ser vital; las cosas
    tienen raros aspectos, miradas misteriosas;
    toda forma es un gesto, una cifra, un enigma;
    en cada átomo existe un incógnito estigma;
    cada hoja de cada árbol canta un propio cantar
    y hay un alma en cada una de las gotas del mar;
    el vate, el sacerdote, suele oír el acento
    desconocido; a veces enuncia el vago viento
    un misterio; y revela una inicial la espuma
    o la flor; y se escuchan palabras de la bruma;
    y el hombre favorito del Numen, en la linfa
    o la ráfaga encuentra mentor —demonio o ninfa.



    FOLO


    El biforme ixionida comprende de la altura,
    por la materna gracia, la lumbre que fulgura,
    la nube que se anima de luz y que decora
    el pavimento en donde rige su carro Aurora,
    y la banda de Iris que tiene siete rayos
    cual la lira en sus brazos siete cuerdas, los mayos
    en la fragante tierra llenos de ramos bellos,
    y el Polo coronado de cándidos cabellos.
    El ixionida pasa veloz por la montaña
    rompiendo con el pecho de la maleza huraña
    los erizados brazos, las cárceles hostiles;
    escuchan sus orejas los ecos más sutiles:
    sus ojos atraviesan las intrincadas hojas
    mientras sus manos toman para sus bocas rojas
    las frescas bayas altas que el sátiro codicia;
    junto a la oculta fuente su mirada acaricia
    las curvas de las ninfas del séquito de Diana;
    pues en su cuerpo corre también la esencia humana
    unida a la corriente de la savia divina
    y a la salvaje sangre que hay en la bestia equina.
    Tal el hijo robusto de Ixión y de la Nube.



    QUIRÓN


    Sus cuatro patas bajan; su testa erguida sube.



    ORNEO


    Yo comprendo el secreto de la bestia. Malignos
    seres hay y benignos. Entre ellos se hacen signos
    de bien y mal, de odio o de amor, o de pena
    o gozo: el cuervo es malo y la torcaz es buena.



    QUIRÓN


    Ni es la torcaz benigna, ni es el cuervo protervo:
    son formas del Enigma la paloma y el cuervo.



    ASTILO


    El Enigma es el soplo que hace cantar la lira.



    NESO


    ¡El Enigma es el rostro fatal de Deyanira!
    MI espalda aun guarda el dulce perfume de la bella;
    aun mis pupilas llaman su claridad de estrella.
    ¡Oh aroma de su sexo! ¡O rosas y alabastros!
    ¡Oh envidia de las flores y celos de los astros!



    QUIRÓN


    Cuando del sacro abuelo la sangre luminosa
    con la marina espuma formara nieve y rosa,
    hecha de rosa y nieve nació la Anadiomena.
    Al cielo alzó los brazos la lírica sirena,
    los curvos hipocampos sobre las verdes ondas
    levaron los hocicos; y caderas redondas,
    tritónicas melenas y dorsos de delfines
    junto a la Reina nueva se vieron. Los confines
    del mar llenó el grandioso clamor; el universo
    sintió que un nombre harmónico sonoro como un verso
    llenaba el hondo hueco de la altura; ese nombre
    hizo gemir la tierra de amor: fue para el hombre
    más alto que el de Jove; y los númenes mismos
    lo oyeron asombrados; los lóbregos abismos
    tuvieron una gracia de luz. ¡VENUS impera!
    Ella es entre las reinas celestes la primera,
    pues es quien tiene el fuerte poder de la Hermosura.
    ¡Vaso de miel y mirra brotó de la amargura!
    Ella es la más gallarda de las emperatrices;
    princesa de los gérmenes, reina de las matrices,
    señora de las savias y de las atracciones,
    señora de los besos y de los corazones.



    EURITO


    ¡No olvidaré los ojos radiantes de Hipodamia!



    HIPEA


    Yo sé de la hembra humana la original infamia.
    Venus anima artera sus máquinas fatales;
    tras sus radiantes ojos ríen traidores males;
    de su floral perfume se exhala sutil daño;
    su cráneo obscuro alberga bestialidad y engaño.
    Tiene las formas puras del ánfora, y la risa
    del agua que la brisa riza y el sol irisa;
    mas la ponzoña ingénita su máscara pregona:
    mejores son el águila, la yegua y la leona.
    De su húmeda impureza brota el calor que enerva
    los mismos sacros dones de la imperial Minerva;
    y entre sus duros pechos, lirios del Aqueronte,
    hay un olor que llena la barca de Caronte.



    ODITES


    Como una miel celeste hay en su lengua fina;
    su piel de flor aun húmeda está de agua marina.
    Yo he visto de Hipodamia la faz encantadora,
    la cabellera espesa, la pierna vencedora;
    ella de la hembra humana fuera ejemplar augusto;
    ante su rostro olímpico no habría rostro adusto;
    las Gracias junto a ella quedarían confusas,
    y las ligeras Horas y las sublimes Musas
    por ella detuvieran sus giros y su canto.



    HIPEA


    Ella la causa fuera de inenarrable espanto:
    por ella el ixionida dobló su cuello fuerte.
    La hembra humana es hermana del Dolor y la Muerte.



    QUIRÓN


    Por suma ley un día llegará el himeneo
    que el soñador aguarda: Cenis será Ceneo;
    claro será el origen del femenino arcano:
    la Esfinge tal secreto dirá a su soberano.



    CLITO


    Naturaleza tiende sus brazos y sus pechos
    a los humanos seres; la clave de los hechos
    conócela el vidente; Homero con su báculo,
    en su gruta Deifobe, la lengua del Oráculo.



    CAUMANTES


    El monstruo expresa un ansia del corazón del Orbe,
    en el Centauro el bruto la vida humana absorbe,
    el sátiro es la selva sagrada y la lujuria,
    une sexuales ímpetus a la harmoniosa furia.
    Pan junta la soberbia de la montaña agreste
    al ritmo de la inmensa mecánica celeste;
    la boca melodiosa que atrae en Sirenusa
    es de la fiera alada y es de la suave musa;
    con la bicorne bestia Pasifae se ayunta,
    Naturaleza sabia formas diversas junta,
    y cuando tiende al hombre la gran Naturaleza,
    el monstruo, siendo el símbolo, se viste de belleza.



    GRINEO


    Yo amo lo inanimado que amó el divino Hesiodo.



    QUIRÓN


    Grineo, sobre el mundo tiene un ánima todo.



    GRINEO


    He visto, entonces, raros ojos fijos en mí:
    los vivos ojos rojos del alma del rubí;
    los ojos luminosos del alma del topacio
    y los de la esmeralda que del azul espacio
    la maravilla imitan; los ojos de las gemas
    de brillos peregrinos y mágicos emblemas.
    Amo el granito duro que el arquitecto labra
    y el mármol en que duermen la línea y la palabra...



    QUIRÓN


    A Deucalión y a Pirra, varones y mujeres
    las piedras aun intactas dijeron: "¿Qué nos quieres?"



    LÍCIDAS


    Yo he visto los lemures florar, en los nocturnos
    instantes, cuando escuchan los bosques taciturnos
    el loco grito de Atis que su dolor revela
    o la maravillosa canción de Filomela.
    El galope apresuro, si en el boscaje miro
    manes que pasan, y oigo su fúnebre suspiro.
    Pues de la Muerte el hondo, desconocido Imperio,
    guarda el pavor sagrado de su fatal misterio.



    ARNEO


    La Muerte es de la Vida la inseparable hermana.



    QUIRÓN


    La Muerte es la victoria de la progenie humana.



    MEDÓN


    ¡La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia
    ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia.
    Es semejante a Diana, casta y virgen como ella;
    en su rostro hay la gracia de la núbil doncella
    y lleva una guirnalda de rosas siderales.
    En su siniestra tiene verdes palmas triunfales,
    y en su diestra una copa con agua del olvido.
    A sus pies, como un perro, yace un amor dormido.



    AMICO


    Los mismos dioses buscan la dulce paz que vierte.



    QUIRÓN


    La pena de los dioses es no alcanzar la Muerte.



    EURITO


    Si el hombre —Prometeo— pudo robar la vida,
    la clave de la muerte serále concedida.



    QUIRÓN


    La virgen de las vírgenes es inviolable y pura.
    Nadie su casto cuerpo tendrá en la alcoba obscura,
    ni beberá en sus labios el grito de la victoria,
    ni arrancará a su frente las rosas de su gloria...



    * * *


    Mas he aquí que Apolo se acerca al meridiano.
    Sus truenos prolongados repite el Oceano.
    Bajo el dorado carro del reluciente Apolo
    vuelve a inflar sus carrillos y sus odres Eolo.
    A lo lejos, un templo de mármol se divisa
    entre laureles-rosa que hace cantar la brisa.
    Con sus vibrantes notas de Céfiro desgarra
    la veste transparente la helénica cigarra,
    y por el llano extenso van en tropel sonoro
    los Centauros, y al paso, tiembla la Isla de Oro.


    --..--


    Fuentes:


    http://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/dario_ruben.htm
    http://www.poesi.as/Ruben_Dario.htm


    --..--
     
    #1
    A elcamarita, Ubaldo Ugarte, dulcinista y 2 otros les gusta esto.
  2. Luis Delamar

    Luis Delamar Invitado

    Enorme Darío; ayer, hoy y siempre.
    Gracias Vicente, por tu fantástica aportación a la cultura poética de este espacio.
    Felicidades.
     
    #2
    Última modificación por un moderador: 7 de Julio de 2013
    A Luis Pragmah le gusta esto.
  3. Luis Pragmah

    Luis Pragmah Invitado

    Un poeta de innegable legado. Que mientras más me sumerjo en sus versos con lectura, los encuentro lleno de grandes satisfacciones. "Los motivos del Lobo" de mis favoritos sin duda. Gracias Vicente por compartir estas citas. Un fuerte abrazo.
     
    #3
  4. Luis Adolfo

    Luis Adolfo Poeta que considera el portal su segunda casa

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    12 de Febrero de 2015
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    Gracias Vicente por tu aportación. Iré poco a poco leyendo poemas en tu biblioteca , así como las correspondientes biografías.
    Es increíble que artistas de este talento , casi no tuvieran ni para comer. A lo largo de la historia esto se ha repetido muchas veces. ¡Qué lástima!
    Un saludo
     
    #4
  5. dulcinista

    dulcinista Poeta veterano en el Portal

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    Gracias por tan extensa biografía Vicente de uno de los más grandes poetas de habla castellana
    y de la literatura universal en general.
    Sobre sale en el nicaraguense sobre todo su facilidad para la rima y la música
    que es la fuente de toda su poesía.
    desde hace ya algún tiempo tengo en mi poder un pequeño librito
    con algunos de sus relatos fantásticos que también son una delicia.
    Un abrazo.
     
    #5
  6. Luis Pragmah

    Luis Pragmah Invitado

    Estimados...
    Anexo un enlace para que descarguen de forma gratuita en formato PDF un compendio completo de las obras de Rubén Darío, asi como, prólogos juicioso, analisis y citas pertinentes a la obra del "Padre del modernismo". Cordiales Saludos.

    http://www.portalalba.org/biblioteca/DARIO RUBEN. Poemas.pdf
     
    #6
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  7. Luis Adolfo

    Luis Adolfo Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muchas gracias Luis por esta magnífica aportación
    Abrazos
     
    #7
  8. orees19

    orees19 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    la biblioteca de la universidad de hong kong tiene una vista espectacular de la bahía. Cada vez que un estudiante extranjero la visita, se queda ensimismado ante la maravilla que se presenta ante sus ojos; sin embargo, los locales se lo quedan viendo como loco y le preguntan: «¿y vos qué mirás?».

    algo así sucede con los que convivimos con la literatura de darío desde temprana edad, bombardeados por el sistema de educación nica con la obligatoriedad del azul, de las prosas profanas, de los cantos de vida y esperanza...

    pero yo no voy a preguntar «¿y vos qué mirás?», sino más bien a animarles a leer al amigo félix rubén garcía sarmiento y mirar más allá de la plasticidad y elegancia de su lenguaje, para descubrir las inquietudes más íntimas de su intelectualidad. Entre los poemas de él que me sé de memoria (agradecimientos especiales a los libros de texto de róger matus lazo que se usaban durante la secundaria), hay uno que me es especialmente fascinante. El último poema de los susodichos cantos de vida y esperanza.


    Lo Fatal

    Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
    y más la piedra dura porque esa ya no siente,
    pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
    ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

    Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
    y el temor de haber sido y un futuro terror...
    Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
    y sufrir por la vida y por la sombra y por

    lo que no conocemos y apenas sospechamos,
    y la carne que tienta con sus frescos racimos,
    y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
    ¡y no saber adónde vamos,
    ni de dónde venimos!...
     
    #8
    Última modificación: 11 de Julio de 2015
  9. CriMa

    CriMa ----

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    Notable selección !

    Saludos cordiales !
     
    #9

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