Kleenex

Me gusta mirar al cielo. Lo hago casi siempre que salgo de casa. Miro al cielo, intento adivinar la posición de las estrellas; los astros que se ocultan a la vista; su leyenda y misterio...

Sí, me gusta mirar al cielo (o como alguien diría con más propiedad, estar en las nubes) pero tiene sus riesgos; sobre todo si vienes observando cierta querencia en los perros del vecindario a tu portal y tú sales un día cualquiera con el sueño todavía pegándose a tus párpados, y de pronto sientes esa lluvia cálida mojándote los tobillos. Como ese día, como ese año, en el que cerró por agotamiento la fábrica de sueños. Ese mismo día en el que mi vecina tocó el timbre de mi puerta para fumar conmigo el tabaco del abandono; ella, que tiene el corazón de un dios y el porte de una reina, y puede todavía hacer temblar los cimientos del amor con solo un pestañeo, apoyaba en mi hombro su desgracia.

Yo traté de consolarla: "no te preocupes, dentro de nada construirán una nueva fábrica de sueños. Ya verás como entonces nos reímos de todo esto". Ella abrió unos ojos como platos, y me miró con sorpresa, como si de pronto hubiese aparecido ante su presencia el ser más estúpido de la tierra "La vida es una mentira, sabes", espetó, "todo se usa y se tira, como si nada..."

Antes de proseguir, tragué saliva y me excusé para ir a limpiar mis zapatos al lavabo ( pues no es muy adecuado oler a orín cuando se tratan temas tan profundos).

Al volver la encontré sollozando, formando pequeñas bolitas húmedas de papel con unos kleenex que encontró junto a la mesa del salón, y con los que yo había comenzado a improvisar algún que otro poema. No dije nada, no hice nada para evitar aquella destrucción en masa de mi arte ( no olvidemos que los dioses no están preparados para la frustración, que a ellos nunca se les mearía un perro en los zapatos y que, por supuesto, jamás permitirían que una de sus iniciáticas obras fuese arrojada al cesto del olvido como un vulgar y simple kleenex).

Pensé: "bueno, al menos alguien cree que mis versos sirven para algo".

Y por primera vez me alegré de mi torpe condición humana.

 

Aparte de decirte que los perros de tus vecinos son unos cabr...itos, felicitarte por tan hermosa y excelente prosa.
Me encantó leerte, Rosa. Un abrazo querida amiga.

 

Lo son, lo son con ganas, jeje... Muchas gracias, Luis. Me alegro que te haya gustado. Un abrazo.