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Juan de Dios Peza

Tema en 'Biblioteca de Poética Clásica (Poetas famosos)' comenzado por Francisco Lechuga Mejia, 16 de Junio de 2013. Respuestas: 3 | Visitas: 2016

  1. Francisco Lechuga Mejia

    Francisco Lechuga Mejia Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Juan de Dios Peza fue un escritor, periodista, político y poeta de la segunda mitad del siglo XIX mexicano, siglo en el que México se encontraba en la búsqueda de su identidad nacional; este poeta formó parte de este importante pasaje de la historia de nuestro país, hizo un excelente retrato de la vida burguesa de ese siglo, por medio de su obra podemos reconstruir parte de la vida de esa época. El 29 de junio se festeja el 160 aniversario de su nacimiento y Bellas Artes le rindió un homenaje el 17 de junio pasado al ilustre poeta. Y como en ocasiones nos olvidamos de estos personajes porque están muy alejados de nuestro tiempo, y la vida tan apresurada que estamos viviendo nos aparta de estos temas, y posiblemente sólo lo recordamos porque una calle lleva su nombre, queremos compartir con todos ustedes una selección de su poesía decimonónica íntima, épica, nacionalista para ubicarlo muy bien cuando escuchemos su nombre.


    Reír llorando

    Viendo a Garrick, actor de la Inglaterra,
    el pueblo al aplaudirlo le decía:
    Eres el más gracioso de la tierra y el más feliz.
    Y el cómico reía.

    Víctimas del spleen los altos lores,
    en sus noches más negras y pesadas,
    iban a ver al rey de los actores
    y cambiaban su spleen en carcajadas.

    Una vez ante un médico famoso,
    llegóse un hombre de mirar sombrío:
    -Sufro -le dijo- un mal tan espantoso
    como esta palidez del rostro mío.

    Nada me causa encanto ni atractivo;
    no me importan mi nombre ni mi suerte;
    en un eterno spleen muriendo vivo,
    y es mi única pasión la de la muerte.

    -Viajad y os distaeréis. -Tanto he viajado
    -Las lecturas buscad -Tanto he leído-
    Que os ame una mujer - ¡Si soy amado!
    -Un título adquirid -Noble he nacido.

    ¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas
    - ¿De lisonjas gustáis ? - ¡Tantas escucho!
    -¿Que tenéis de familia?...-Mis tristezas
    -¿Vais a los cementerios?... -Mucho, mucho.

    ¿De vuestra vida actual tenéis testigos?
    - Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
    yo les llamo a los muertos mis amigos;
    y les llamo a los vivos mis verdugos.

    -Me deja- agrega el médico -perplejo
    vuestro mal, y no debo acobardaros;
    Tomad hoy por receta este consejo:
    sólo viendo a Garrick podéis curaros.

    -¿A Garrick ? -Sí, a Garrick...La más remisa
    y austera sociedad lo busca ansiosa;
    todo aquel que lo ve muere de risa;
    ¡tiene una gracia artística asombrosa !

    -Y a mí me hará reír?-Ah, sí, os lo juro !;
    él, sí, nada más él...Mas qué os inquieta?...
    -Así -dijo el enfermo -no me curo:
    ¡Yo soy Garrick ! Cambiádme la receta.

    ¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
    enfermos de pesar, muertos de tedio,
    hacen reír como el autor suicida
    sin encontrar para su mal remedio!

    ¡Ay ! ¡ Cuántas veces al reír se llora!..
    ¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
    porque en los seres que el dolor devora
    el alma llora cuando el rostro ríe!

    Si se muere la fe, si huye la calma,
    si sólo abrojos nuestras plantas pisa
    lanza a la faz la tempestad del alma
    un relámpago triste: la sonrisa.

    El carnaval del mundo engaña tanto;
    que las vidas son breves mascaradas;
    aquí aprendemos a reír con llanto
    y también a llorar con carcajadas.





    Fusiles y Muñecas

    CUADRO REALISTA

    Juan y Margot, dos ángeles hermanos
    Que embellecen mi hogar con sus cariños
    Se entretienen con juegos tan humanos
    Que parecen personas desde niños.

    Mientras Juan, de tres años, es soldado
    Y monta en una caña endeble y hueca,
    Besa Margot con labios de granado
    Los labios de cartón de su muñeca.

    Lucen los dos sus inocentes galas,
    Y alegres sueñan en tan dulces lazos;
    El, que cruza sereno entre las balas;
    Ella, que arrulla un niño entre sus brazos.

    Puesto al hombro el fusil de hoja de lata,
    El kepis de papel sobre la frente,
    Alienta el niño en su inocencia grata
    El orgullo viril de ser valiente.

    Quizá piensa, en sus juegos infantiles,
    Que en este mundo que su afán recrea,
    Son como el suyo todos los fusiles
    Con que la torpe humanidad pelea.

    Que pesan poco, que sin odios lucen,
    Que es igual el más débil el más fuerte,
    Y que, si se disparan, no producen
    Humo, fragor, consternación y muerte.

    ¡Oh, misteriosa condición humana!
    Siempre lo opuesto buscas en la tierra;
    Ya delira Margot por ser anciana,
    Y Juan, que vive en paz, ama la guerra.

    Mirándoles jugar me aflijo y callo:
    ¿Cuál será sobre el mundo su fortuna?
    Sueña el niño con armas y caballo,
    La niña con velar junto a la cuna.

    El uno corre de entusiasmo ciego,
    La niña arrulla a su muñeca inerme,
    Y mientas grita el uno: Fuego! fuego,
    La otra murmura triste: Duerme, duerme.

    A mi lado ante juegos tan extraños
    Concha, la primogénita, me mira:
    ¡Es toda una persona de ses años
    Que charla, que comenta y que suspira!

    ¿Por qué inclina su lánguida cabeza
    Mientras deshoja inquieta algunas flores?
    ¿Será la que ha heredado mi tristeza?
    ¿Será la que comprende mis dolores?

    Cuando me rindo del dolor al peso,
    Cuando la negra duda me avasalla,
    Se me cuelga del cuello, me da un beso,
    Se le saltan las lágrimas y calla.

    Sueltas sus trenzas claras y sedosas,
    Y oprimiendo mi mano entre sus manos,
    Parece que medita en muchas cosas
    Al mirar cómo juegan sus hermanos.

    Margot, que canta en madre transformada,
    Y arrulla a un hijo que jamás se queja,
    Ni tiene que llorar desengañada,
    Ni el hijo crece, ni se vuelve vieja.

    Y este guerrero audaz de tres abriles
    Que ya se finge apuesto caballero,
    No logra en sus campañas infantiles
    Manchar con sangre y lágrimas su acero.

    ¡Inocencia! ¡Niñez! ¡Dichosos nombres!
    Amo tus goces, busco tus cariños;
    Cómo han de ser los sueños de los hombres,
    Más dulces que los sueños de los niños!

    ¡Oh, mis hijos! No quiera la fortuna
    Turbar jamás vuestra inocente calma,
    No dejéis esa espada ni esa cuna:
    ¡Cuando son de verdad, matan el alma!




    A México
    En las últimas desgracias de España.

    Allá del revuelto mar
    Tras los secos arenales,
    Donde sus limpios cristales
    Las ondas van a estrellar,
    Donde en lucha singular
    Disputando a la Fortuna
    Las ciudades una a una,
    De sus guerreros el brío,
    Mostraron su poderío
    La cruz y la media luna;

    En esa tierra encantada,
    Que esconde, en perpetuo Abril,
    Las lágrimas de Boabdil
    En las vegas de Granada;
    Donde el ave enamorada
    Repite entre los vergeles
    El canto de los gomeles,
    Y cuelga su frágil nido
    Del minarete prendido
    Entre ojivas y caireles;

    Donde soñados ultrajes
    Vengaron fieros zegríes,
    Regando los alelíes,
    Con sangre de abencerrajes;
    donde entre muros de encajes
    Y torres de filigrana,
    Lloró la hermosa sultana
    Amorosos sentimientos
    A los rítmicos acentos
    De una trova castellana;

    Allá donde nueva luz
    Alumbró, limpia y serena,
    Sobre la morisca almena
    El símbolo de la cruz;
    En ese suelo andaluz,
    Cuyos cármenes hollando,
    Y en otro mundo soñando,
    Cruzaron en su corcel
    La magnánima Isabel
    Y el católico Fernando.

    En esa región que encierra
    Tantos recuerdos de gloria;
    En ese altar de la Historia;
    En ese edén de la tierra;
    No el azote de la guerra
    Infunde duelo y pavor,
    Ni causa fiero dolor
    Que mira asombrado el mundo
    El negro contagio inmundo;
    Allí otra plaga mayor.

    Surgen allí tempestades
    Del suelo entre las entrañas,
    Y vacilan las montañas,
    Y se arrasan las ciudades
    Escombros y soledades
    Son el cortijo y la aldea;
    La muerte se enseñorea,
    Y, en medio de tanta ruina,
    Se ve cual llama divina
    La Caridad que flamea.

    Con sordo bramido el duelo
    Todo lo enluta y recorre;
    Yace la maciza torre
    En pedazos sobre el suelo.
    Salvarse forma el anhelo
    De los espantados seres,
    Y hombres, niños y mujeres
    Las crispadas manos juntan,
    Y viendo al cielo preguntan.
    "Dinos Dios, ¿por qué nos hieres?"

    Recordando en sus delitos
    las bíblicas amenazas,
    Van por las calles y plazas
    Confesándolos a gritos.
    Los corazones precitos
    Se niegan a palpitar
    Y todos ven transformar
    Al golpe del terremoto,
    El abismo el verde soto,
    Y en escombros el hogar.

    Se abate el pesado muro
    Que adornó silvestre yedra
    Y brotan de cada piedra
    Una oración y un conjuro.
    No hay un asilo seguro;
    Ciérnese el ángel del mal;
    Cada fosa sepulcral
    Abrese ante fuerza extraña,
    Y parece que en España
    Comienza el juicio final.

    Y entre la nube sombría
    Que el denso polvo levanta,
    El coro terrible espanta
    De los gritos de agonía.
    Y entre aquella vocería,
    Con rostro desencajado,
    El padre busca espantado,
    Con ayes desgarradores
    El nido de sus amores,
    Entre escombros sepultado.

    Convulsa, pálida errante,
    Sobre el suelo que se agita
    La madre se precipita
    Por la angustia delirante;
    Vuela en pos del hijo amante;
    El rostro al abismo asoma
    Lo llama llorando, y toma
    Por voz del hijo querido,
    La que acompaña al crujido
    De un techo que se desploma.

    En repentina orfandad,
    Trémulas las manos tienden
    Los niños, que no comprenden
    Su espantosa soledad.
    Tan sólo la caridad
    Velará después por ellos,
    Curando con sus destellos
    su miseria y su aflicción:
    ¡Cómo no amarlos, si son
    Tan inocentes, tan bellos!

    ¿Qué pecho no se conmueve
    Ante cuadro tan sombrío,
    Que al corazón más bravío
    A contemplar no se atreve?
    Ante el infortunio aleve
    ¿Quién no es noble? ¿quién no es bueno?
    ¿Quién de piedad no está lleno,
    Cuando es la virtud mayor,
    Aun más que el propio dolor,
    Sentir el dolor ajeno?

    Manda ¡oh, noble patria mía!
    La ofrenda de tus piedades
    A las hoy tristes ciudades
    De la hermosa Andalucía.
    No es favor, es hidalguía;
    Es deber, no vanidad.
    Llamen otro Caridad
    Estos óbolos del hombre,
    Tienen nombre, sólo un nombre;
    Se llaman Fraternidad.

    Con tierno entusiasmo santo,
    Mezcla ¡oh patria amante y buena!
    Esa pena con tu pena,
    Ese llanto con tu llanto.
    Si al mirar ese quebranto,
    Tu triste historia repasas,
    Verás que angustias no escasas
    Pasó, entre llantos prolijos,
    Por amparar a tus hijos
    Bartolomé de las Casas.



    A mis hijas

    Mi tristeza. es un mar; tiene su bruma
    que envuelve densa mis amargos días;
    sus olas son de lágrimas; mi pluma
    está empapada en ellas, hijas mías.
    Vosotras sois las inocentes flores
    nacidas de ese mar en la ribera;
    la sorda tempestad de mis dolores
    sirve de arrullo a vuestra edad primera.
    Nací para luchar; sereno y fuerte
    cobro vigor en el combate rudo;
    cuando pague mi audacia con la muerte,
    caeré cual gladiador sobre mi escudo.

    Llévenme así a vosotras; de los hombres
    ni desdeño el poder ni el odio temo;
    pongo todo mi honor en vuestros nombres
    y toda el alma en vuestro amor supremo.
    Para salir al mundo vais de prisa.
    ¡Ojalá que esa vez nunca llegara!
    Pues hay que ahogar el llanto con la risa,
    para mirar al mundo cara a cara.

    No me imitéis a mí: yo me consuelo
    con abrir más los bordes de mi herida;
    imitad en lo noble a vuestro abuelo:
    ¡Sol de virtud que iluminó mi vida!

    Orad y perdonad; siempre es inmensa
    después de la oración la interna calma,
    y el ser que sabe perdonar la ofensa
    sabe llevar a Dios. dentro del alma.

    Sea vuestro pecho de bondades nido,
    no ambicionéis lo que ninguno alcanza,
    coronad el perdón con el olvido
    y la austera virtud con la esperanza.

    Sin dar culto a los frívolos placeres
    que la pureza vuestra frente ciña,
    buscad alma de niña en las mujeres
    y buscad alma de ángel en la niña.

    Nadie nace a la infamia condenado,
    nadie hereda la culpa de un delito,
    nunca para ser siervas del pecado
    os disculpéis clamando: estaba escrito.

    ¡Existir es luchar! No es infelice
    quien luchando, de espinas se corona;
    abajo, todo esfuerzo se maldice,
    arriba, toda culpa se perdona.

    Se apaga la ilusión cual lumbre fatua
    y la hermosura es flor que se marchita;
    la mujer sin piedad es una estatua
    dañosa al mundo y del hogar proscrita.

    No fijéis en el mal vuestras pupilas
    que víbora es el mal que todo enferma,
    y haced el bien para dormir tranquilas
    cuando yo triste en el sepulcro duerma.

    Nunca me han importado en este suelo
    renombre, aplausos, oropeles, gloria:
    procurar vuestro bien, tal es mi anhelo;
    amaros y sufrir tal es mi historia.

    Cuando el sol de mi vida tenga ocaso
    recordad mis consejos con ternura,
    y en cada pensamiento, en cada paso,
    buscad a Dios tras de la inmensa altura.

    Yo anhelo que, al morir, por premio santo,
    tengan de vuestro amor en los excesos:
    las flores de mi tumba vuestro llanto,
    las piedras de mi tumba vuestros besos.


    Mi padre

    Yo tengo en el hogar un soberano,
    único a quien venera el alma mía;
    es su corona su cabello cano,
    la honra su ley y la virtud su guía.

    En lentas horas de miseria y duelo,
    lleno de firme y varonil constancia,
    guarda la fé con que me habló del cielo
    en las horas primeras de mi infancia.

    La amarga proscripción y la tristeza
    en su alma abrieron incurable herida;
    es un anciano, y lleva en su cabeza
    el polvo del camino de la vida.

    Ve del mundo las fieras tempestades,
    de la suerte las horas desgraciadas,
    y pasa, como cristo el Tiberiades,
    de pie sobre las ondas encrespadas.

    Seca su llanto, calla sus dolores,
    y sólo en el deber sus ojos fijos,
    recoge espinas y derrama flores
    sobre la senda que trazó a sus hijos.

    Me ha dicho: "A quien es bueno, la amargura
    jamás en llanto sus mejillas moja:
    en el mundo la flor de la ventura
    al mas ligero soplo se dehoja.

    "Haz el bien sin temer al sacrificio,
    el hombre ha de luchar sereno y fuerte,
    y halla quien odia la maldad y el vicio
    un tálamo de rosas en la muerte.

    "Si eres pobre confórmate y sé bueno;
    si eres rico protege al desgraciado,
    y lo mismo en tu hogar que en el ajeno
    guarda tu honor para vivir honrado."

    "Ama la libertad, libre es el hombre
    y su juez más severo es la conciencia;
    tanto como tu honor guarda tu nombre,
    pues mi nombre y mi honor forman tu herencia".

    Este código augusto, en mi alma pudo
    desde que lo escuché, quedar grabado;
    en todas las tormentas fue mi escudo,
    de todas las borrascas me ha salvado.

    Mi padre tiene en su mirar sereno
    reflejo fiel de su conciencia honrada;
    ¡cuánto consejo cariñoso y bueno
    sorprendo en el fulgor de su mirada!

    La nobleza del alma es su nobleza;
    la gloria del deber forma su gloria;
    es pobre, pero encierra su pobreza
    la página más grande de su historia.

    Siendo el culto de mi alma su cariño,
    la suerte quiso que al honrar su nombre,
    fuera el amor que me inspiró de niño
    la más sagrada inspiración del hombre.

    Quiera el cielo que el canto que me inspira
    siempre sus ojos con amor lo vean,
    y de todos los versos de mi lira
    éstos los dignos de su nombre sean.


     
    #1
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  2. Uqbar

    Uqbar Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Me lo dejo en reserva por falta de tiempo pero seguro vuelvo a retomar esta prometedora entrega.

    Saludos,

    Palmira
     
    #2
  3. Uqbar

    Uqbar Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Ya vuelvo...

    Fantástico el poema de Garrick, siempre he pensado en la tristeza de los cómicos..
    Fantástico también Fusiles y Muñecas, desde la perspectiva, bien definida y brillante.
    Un estilo descriptivo y tierno de los suyos.
    Agradecida de disfrutar de tan bella obra. Juan de Dios Peza, un poeta y un ser humano para el recuerdo.

    Me alegran mucho estas entregas que nos acercan a todos esos seres que dejaron huellas tan importantes en su paso por la vida.

    Un abrazo, Francisco.

    Palmira
     
    #3
  4. CriMa

    CriMa ----

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    Hermosos poemas !

    Saludos cordiales !
     
    #4

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