La guerra de los gritos

Escapo de la gran aureola que me expira desde ese cruel portal depredador, que me recuerda cada trazo de iniciación brutal, en el futuro, no será sino una confusión más en el hartazgo.

Compulsivo transito el camino más crónico, para despejarme del maldoror, que me acosa, quizás menos siniestro que en su origen, pero no menos antihumano.

Me han dicho que soy la creación de un cualquiera. Que jamás reparó en su impulso.

Dilapidando al engendro pictórico, sería confuso acabar pereciendo tras su esclavitud insinuante.

Un sonido, de llanto, de gloria, o de pavor.

Un grito al fin y al cabo. Solo un grito en la nada.

La oscura novela profanará dos mil canciones inconexas, con las que se entonarán disímiles melodías extremas. Y dentro de una fugaz mirada, viajarán entumecidos los astros del martirio, que azotarán las pupilas de quienes las porten, aunque su paso sea leve, será suficiente para construir su propio infierno.

Un misterio de la nada misma, eso soy. Y eso tal vez, no sea nada.

Un simulacro nauseabundo, en la necrópolis urbana.

Cándido el surrealista desmedido, que en sus oraciones épicas y mundanas de la nocturnidad, nos ofrezca un poco de su oficialmente nada.

Otros que como yo, merodeando se entrecruzan en sus eternas transparencias.


Fuimos invitados del espanto. Emulados tras la conspiración de un simulacro.

Muermos de la angustia, en la espera del drenar desopilante de la muerte.


Hasta después de una pantomima dogmática que nos liberará de los sátiros.

Seremos devorados, crispados en la capacidad del sentir…

Apasionados por algún sentimiento lírico, tieso.

Volveremos rabiosos en la noche.

Escapando a la espaciosidad feroz.

Devendrán sus encantos rupestres. Para arrojarnos llagados a la desmembración continua, donde sus mascotas, las crueles alimañas hambrientas, se ofrendaran ansiosas, y nos disputarán cual presa.

Aunque este no será el fin.

No podría jurarlo. Se que nunca seremos capaces de disfrutarlo.

Se que moriré en la guerra.

La noche nos espera con el devenir de las ingratitudes adicionadas.

Y al menor entusiasmo…

Zas!!!

Seremos insurrectos y benditos herederos.

Nosotros los gritos infelices, escapados de la boca de algún simple mortal.

 

Amigo, siempre es un placer detenerme a leer tus obras, un agradable rato se pasa con ellas.

Un abrazo.

 

agradezco tu buena voluntad!!
tyngui sanchez
abrazo