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La elegancia de lo efímero(Parte 1)

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por DeRojas, 24 de Noviembre de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 371

  1. DeRojas

    DeRojas Poeta recién llegado

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    24 de Febrero de 2014
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    Mujer
    La Elegancia de lo Efímero.

    Caminaba de noche por la calle, sintiendo el frío del Invierno en cada paso y la Luna sobre sus hombros. Era una noche que tenía el alma triste y estaba viva.

    Llegó a casa sobre las 11, sin tiempo para pensar lo que podía depararle el día siguiente y se sumergió en sus pensamientos caóticos. El mundo era tan inmenso y absurdo como la hipocresía de quiénes lo habitaban. La sociedad había cambiado tanto que incluso no se podía reconocer en el espejo de su propia alma. Tantos avances para volver a un estado primitivo que sacaba lo peor de los seres humanos. Ella anhelaba ver esa luz al final al túnel que nos sacase del error; pensaba que la primavera de igual forma que el invierno, podía pasarse sin flores y que el amor no es cosa de humanos, viene, se va, desaparece y nos engaña.

    El día se insinuaba entre las densas nubes. Todo aquello que vive en la oscuridad desaparece y deja paso al Astro Rey. No quería otro día más como ayer ni como mañana. Pensaba haber sido la elegida para salvar este mundo y eso es justamente lo que quería hacer. No era una persona física que pudiera reír o incluso llorar, era el último hálito de esperanza que quedan en los corazones de todos aquellos que van a morir. La muerte se acercaba entre los gemidos de la gente, avanzaba lentamente y se apoderaba de sus sentimientos. El miedo, la venganza asomaban sus ojos a través de los claros espejos verdes que de lágrimas podían llenar el mar y caían, formando una espiral de emociones diversas que iban a desembocar alrededor de todo cuando le era cercano. Salió por fin a la calle y no encontró nada que le suscitará mayor interés que el que en ella misma encontraba. Comenzó a recordar todas las noches en vela que había pasado, pensando en todo aquello que odiaba y en Jorge. Siempre se habla de noche porque es un buen momento, propicio para el amor y como decía Goya, aquel lugar dónde nacen los monstruos de la razón. Los monstruos que tenía ella eran tan reales como la propia convicción de su existencia. Sabía que existía porque podía sentir y también porque habitaba en la memoria de todos aquellos que durante mucho tiempo la recordaron.

    Su filosofía era tan absurda y divertida que le resultaba interesante y por ello, la desarrollaba. Se dejó de tonterías, encendió un cigarro y se sentó en un banco a ver pasar el tiempo mientras le esperaba, esperaba noticias nuevas, nueva literatura que leer y que desarrollar, nuevas esperanzas e ilusión. Por fin Jorge llegó media hora tarde de lo planeado (nada habitual para un caballero de su época) Era sábado y ante la poca iniciativa de ambos a hacer algo interesante, fueron al primer bar que se encontraron, puesto que no había mucho más donde elegir. El ambiente era algo peculiar, la gente buscaba calor en los corazones ajenos, se divertían bailando y bebiendo pero aquella forma de entretenimiento mundana no era válida para ella ni para él. Ellos bebían una copa detrás de otra, desvariaban y por último, caían sobre la barra perdiendo la noción del tiempo. Uno de sus pasatiempos favoritos era emborracharse. El alcohol los transportaba a otro paraíso que estaba tan cerca y a la vez tan lejos … !Cuantas frases de amor se dirían en estado de embriaguez! Y al final, cuando llegaba el día y todas las tinieblas se disipaban, volvían a la cruda realidad de no ser más que amigos, ni querían ser más. Él era un moderno, un revolucionario de su época. De familia noble y adinerada pensaba que el mundo no estaba hecho para él y en cada esquina se burlaba de esto y de su gente. No tenía verdaderas preocupaciones aunque sí estaba muy comprometido con el país. De alguna forma quería rescatarlo. Le gustaba mucho leer y perderse entre miles de palabras y hojas, olor a papel, polvo y títulos dorados. Para mí, era una caballero, poco acostumbrado a la moralidad de este país y sorprendido de su presunto libertinaje... Le quedaban tantas guerras por librar que no sabía por cual de todas empezar y por empezar, empezando por algo todavía no empezado, me eligió a mí... y a mi historia, que con el tiempo se hizo nuestra y no hablo de amor.
     
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