Rosa púrpura: demonio

Despedace la paz como quién arranca alas de mariposa.
Porque podía, porque quería.

Luego me fui a llorar porque me regañaron por mi travesura.

(Buen eufemismo, como escritor te encanta embellecer.
Ocultar tus espinas bajo pétalos y néctar).

Recordando, quizás ella, la rosa musa,
logró captar mi desastrosa alma.
Le di un ramo de flores,
misma rosa en diferentes etapas.
La iluminación fue un destello,
pasó la semana y murió.

Ya nada es color de rosas,
solo quedó lo negro: un púrpura innoble.

Aceptamos la toxina,
¿para qué rescatar un reino
si sus princesas me odian?

Es en el país de las últimas cosas,
donde se mueren los principios.

Seguro que vomitaste al ver el espejo.
Fue por culpa de recordar que en mí te reflejabas.

Le perdí lo interesante a los doppelgänger,
nunca somos por completo los mismos
y siempre acabamos despreciando a nuestra copia.

Yo le digo infantil por su odio intenso
y él me dice degenerado por mi perversión.

Subo en un pedestal a la hipocresía.
Porque aunque con ella me vean como un hijo de puta,
le pone suelo a la madriguera del monstruo.

El mal pierde su atractivo cuando se han inhibido los sentimientos.
Ya roto, ¿por qué buscar más dolor?

Imprudente por exceso de confianza.
Prudente por hueco en el corazón.

Vomita, di que fui la peor experiencia que has tenido.
Ya comiste y disfrutaste de la parrillada,
ahora puedes quejarte del maltrato animal.

Exhausto. Ha florecido el jardín con flores muertas.
Negligencia, ojalá así también murieran los que me son fastidio.

El venado se vanagloria de sus ornamentas.
Yo soy esquivo y astuto, los zorros no necesitan de grandes movimientos.

No debí haberme comido a esa cría.
Pero deja me la acabo primero,
antes de prometer no hacerlo otra vez.

Hice lo único que no me podías perdonar, bruja.

¿Y si hubiera usado aquel corazón de ciervo,
en vez de regalar manzanas acarameladas?

La luna, alta distante, sin ojos para mí, que de estrella solo tengo lo fugaz.

El hada huyó, se mostró falsa.
Le di un bosque de cariño que después quiso tatuarse.
Pero nunca confió en mí,
sus palabras dulces, de algodón de azúcar,
se derritieron como si granizara.

Acosé a la rosa del principito.
La dejé paranoica, deshojada, insegura.

Cierva, bruja, hada, musa; mujeres, a todas las quemo.

Como persona soy buen escritor.

Abundan florituras, desgarros y graznidos.

Lo poético despreciado.
Es tan solo un distractor.

La cima del adefesio; ridículo.

Huelo la púrpura rosa.
Me lleno de melancolía.

Incluso yo tengo fieles, aunque son más las perdidas.

Irónico, llevas pura en el nombre y eres pura purulencia.

Escupo, pero me gusta el color.

Me enveneno, es momento de una cruz.