La noche de los sueños (primera parte)

Ella- No creo haber conocido en persona alguna esa pasión con la que intentas saber el por qué de las cosas como un niño que, sumido en la admiración de lo desconocido, busca entender la razón de lo ininteligible.
Por momentos hasta me resulta incómodo, no el hecho de poder responderte, sino de sentir cierta desnudez que nunca experimento ante nadie más...

- ¿Y por qué desnudez? Preguntó ÉL

Ella sonrió con una ternura que la conmovió como un abrazo en la cintura y dijo: "porque con preguntas que, muchas veces a pesar de ser tan superfluas, logras sopesar muy dentro mío y desde allí vas, poco a poco, sacando cosas que nadie más sabe...".

Hubo un silencio como cuando termina una canción y se espera, ansioso, por la siguiente. Un silencio que, sin que ninguno lo sepa aún, tomó las proporciones que el destino entrega a quienes están en el punto exacto donde se unen dos bifurcaciones.

-¿Siempre has sido así de preguntón? inquirió ahora Ella, mientras soltaba una bella y corta risa.

Él rió también. Estaba absorto como una tortuga de escuchar esa risa, de contemplar esa sonrisa que lo transportaba a un mundo inmenso de felicidad y miedo.

- Muy de niño, dijo, siempre ha prevalecido en mi ser el gusto por lo solitario que es muy distinto de la soledad que la mayoría de las personas experimentan. Muy de niño, sin más compañía que el diálogo interior, que el recogimiento y el retiro voluntario, nunca me he percibido solo porque todos estaban conmigo, en mi mismo, aunque estuviese alejado de todos ellos.
Muy de niño como por decisión voluntaria, como una elección, es decir, de forma auténtica, nunca sentí la culpa dolorosa de quién, movido por las imposiciones o vicisitudes del mundo, se vuelca o cae en la soledad que da angustia y desesperación; que devora, acecha y va agostando poco a poco el alma y el corazón.
En ese momento hubo otro silencio similar al anterior pero que ahora susurraba algo que ÉL nunca había escuchado. Era su propia voz abriéndose profunda y sin tapujos desde la lontananza más íntima de su esencia.
En un principio no le gustó oírse tan así porque quién se percibe desnudo se avergüenza y, tras la vergüenza, viene la conciencia tal como les sucedió a Adán y Eva en el Paraíso de la Tierra cuando se les abrieron los ojos, se vieron desnudos, se avergonzaron y tomaron conciencia de lo que ahora les acontecía.
Una fuerza arrolladora, una energía desconocida lo movilizaba y empujaba a continuar hablando y así lo hizo.

-¿Me estás escuchando? Dijo de pronto.
- Muy atentamente dijo ELLA
- Creo que te amo.
Y lo más maravilloso, lo más liberador como un alivio inmemorial ...es que todo, absolutamente todos mis por qué han desaparecido. Desde que siento esto por vos todo aquello que me resultaba una carga muchas veces dolorosa y tan pocas veces gratificante se ha esfumado. Desde que siento esto por vos todo mi ser y hacer anterior a conocerte no tiene sentido, no tiene razón. Todo se ha desvanecido, se fue y sólo existes vos. Y no deseo ya saber el por qué de esto o aquello. Ni siquiera el por qué siento lo que siento...por qué te amo, por qué mi primer pensamiento y también mi último antes de dormir es para vos...