Mi viaje a Perú

Llegué a Perú con el alma cansada, con el peso de la rutina sobre los hombros, y el desengaño de los sueños rotos en el bolsillo del pantalón. Llegué buscando alguna excusa, pero sin esperanza de encontrarla. Ya sabés, los años. Los años pasan y uno queda atrapado entre convenciones, y todo parece morir lentamente. No se qué me llevó hacia allá, alguna fuerza extraña accionó algún pequeño engranaje, y las ruedas del destino comenzaron a girar, como tantas otras veces, comenzaron a girar con su ritmo incesante, con su dolorosa precisión de reloj suizo.
Durante mucho tiempo pensé en cancelar ese viaje, usar el dinero para algo más, redecorar la casa, cambiar el auto, alguna de esos placeres de la vida burguesa que en realidad no producen ningún tipo de alegría. Pero mi familia insistía, exclamando cosas como “andá, te va a hacer bien” “hace mucho que no te tomás unas vacaciones” y otras expresiones similares que se apilaban en mi casa como diarios viejos. Así que armé mis maletas, y me embarqué en unas vacaciones planeadas, pero totalmente improvisadas. No había reservado un hotel, no sabía que iba a hacer cuando estuviera allí, lo único que sabía era que mi vuelo salía el catorce de febrero a las dos de la mañana, y que como compré el boleto con anticipación obtuve un descuento bastante decente en el precio.
Luego de unas tres horas de vuelo al fin estaba en Lima, el calor me golpeó con fuerza al salir del aeropuerto, no esperaba que hiciera tanto calor en esa época del año, y según me comentaron después, era una ola de calor fuera de lo común que se instaló en la zona por algunos días.
Y allí estaba yo, en Perú, sin nada que hacer realmente. Logré ponerme en contacto con unos amigos de un amigo, ellos se encargaron de ayudarme a encontrar un hotel, y también fueron mis guías turísticos, y todo totalmente gratis. En verdad siempre fueron muy amables y respetuosos.
Me ubiqué en un hotel en Miraflores, y durante una semana recorrí la ciudad, y disfruté de salidas nocturnas en algunos clubes de la zona. Un gran problema estomacal me mantuvo encerrado en el hotel durante un día, podría decir que estuve en realidad encerrado en el baño durante un día, y luego, si bien mejoré, ya no pude probar las comidas extravagantes que me ofrecían. En ocasiones no podía rechazar las invitaciones, por respeto más que por deseo o curiosidad, y llenaba mis mejillas con aquellos manjares que luego me pasaban factura de la manera más desagradable posible. Se podría decir que pasé una buena semana en Lima.
El siguiente paso de mi viaje era el clásico Machu Picchu, sin embargo mi suerte siempre ha sido un poco desconsiderada con mis deseos, y por desgracia para mi, una tormenta improbable e imposible azotaba toda la zona de Cuzco, y producto de las lluvias los carreteras se habían hecho intransitables. Ahora con las rutas cortadas, tenía una semana más de vacaciones, pero no tenía un lugar adonde ir, o algo en particular que quisiera hacer, lo se, mi espíritu aventurero deja mucho que desear. Me resigné a quedarme el resto de mis vacaciones en Lima, sin embargo, clik clak, los engranajes siempre estuvieron en movimiento y no me dejarían escapar del destino preparado por los infalibles dioses, o las moiras, o algún otro ser desconocido para mi. Mis guías se marchaban de la ciudad y me ofrecieron ir con ellos, me dejarían hospedarme en su casa y me mostrarían su ciudad natal. No lo pensé demasiado, no tenía mucho más que hacer en una ciudad desconocida por mi propia cuenta.
Así que allí estaba, en Trujillo, una ciudad que experimentaba un crecimiento explosivo. La casa de mis guías estaba muy cerca de la estación del ómnibus así que caminamos hasta allí, solo unos quinientos metros, sin embargo mi maleta estaba bastante pesada, y mis brazos sollozaban suplicándome un pequeño descanso de manera continua. Al llegar me mostraron cual sería mi habitación y me autorizaron a sentirme como en mi casa,eso hubiera significado que me autorizaban a andar en calzoncillos,cosa que habitualmente hago en mi casa, pero asumí que ese no era el caso, o al menos no me dispondría a comprobar si mi teoría era cierta o no. Me duché con paciencia y luego me acosté a dormir una siesta.
Cuando me desperté el sol estaba muriendo en el horizonte, una luz rojiza se filtraba por la ventana,que carecía completamente de cortinas, e inundaba toda la habitación de manera algo espeluznante. Me levanté con pereza y luego de lavarme la cara me asomé al comedor. Solo una figura podía distinguirse entre las entrañas de los muebles que revestían íntegramente la habitación. Una joven muchacha, de unos veinte años, leía un libro junto a una ventana, al verla me pareció estar contemplando una pintura, en verdad su belleza era algo increíble, como un ángel, una imagen onírica, algo fuera de este mundo, y mis ojos incrédulos se negaban a apartar la vista. Me quedé contemplando aquel espectáculo en silencio, mi corazón galopaba desbocado. En ese momento ya estaba perdidamente enamorado.
La joven era la hermana menor de mis guías, y para mi sorpresa solo tenía quince años. Durante una semana ella fue mi salvación, su belleza era acompañada por una personalidad dulce y un ingenio afilado. Sin embargo, debido a su edad, nunca podría ser el objeto de mi amor, un hombre como yo, que ya tenía sus años... Cualquier insinuación hubiera sido imposible y aún así eso estaba bien, no hacía falta nada más que su presencia, nada más que su sonrisa, su mirada, y su desafinada voz entonando las estrofas del alguna canción en el desayuno. Eso bastaba. O eso me decía a mi mismo. Lo cierto es, que en el día de mi regreso quise confesarle mis sentimientos. Ella me acompañó hasta el aeropuerto junto con mis dos guías, y al momento de despedirme quise decírselo. Pero una cosa es querer hacer algo y otra cosa es hacerlo, no se por qué, pero en ese momento mis labios se mantuvieron sellados. La abracé con fuerza y solo atine a susurrar unas palabras que probablemente no escuchó. Me subí a ese avión y regresé a casa.
Y así fue. Llegué a Perú con un montón de sueños rotos en el bolsillo, con el peso de las horas perdidas sobre los hombros, con el horror de la vida jalándome de los tobillos. Llegué a Perú sin esperanzas, y sin sonrisa, y me volví con un amor imposible, con la sangre hirviendo en las venas,con la piel erizada, con la pintura de un atardecer en Trujillo.
Y han pasado los años, al final nunca le dije esas palabras que no pude pronunciar en aquel momento, y ella ha seguido asombrándome cada día, se dedicó al modelaje y le ha ido bastante bien, en verdad su belleza es algo difícil de describir. Yo, por otra parte, abandoné mi vida anterior, al llegar de mi viaje por Perú renuncié a mi trabajo, y me mudé a otra ciudad donde puedo ver el mar, he estado tratando de avanzar de a un paso a la vez. Escribiendo todos los días una página en cada momento libre del que dispongo. Tengo esa ilusión de que en alguna ocasión, ella se topará con un libro algo pretencioso y mal redactado, y al sumergirse entre sus lineas se encontrará identificada con los protagonistas, y quizá, solo quizá, entienda que la palabras finales están dedicadas a ella, y sonreirá con aquella sonrisa que me mostró esa tarde de verano. Yo, seré feliz sabiendo que mi mensaje encontró el rumbo. Simplemente, muchas gracias.

 

Es muy hermoso tu escrito. Lindas letras. Mi amor también está en Perú. Cuanto daría por poder visitarlo y conocer Lima. Esos peruanos tienen algo fascinante. Jajaja.

 

Esto es maravilloso. Escribes tan claras las descripciones de los lugares, de las emociones de agrado, desgrado y del alma. Uno nunca sabe con qué se va a encontrar en alguna parte que destine, incluso, cuando se sale sin ganas es como si a uno le fuera mejor. Lo sé porque me ha sucedido y también me he enamorado pero me ha ido mejor que a ti. Oye, de verdad estás listo para un libro y me hizo recordar que tengo uno por ahí a medias. Vas muy bien encaminado y debo felicitarte. Yo tengo la suerte de conocer esos lugares que describes, solo que para mí estar en otra parte es agrado, todo me gusta y aunque me enferme. Adoro el Perú de pé a pá, Trujillo es hermoso pero todo tiene su encanto. El calor te lo encargo, uf. Muchas gracias por hacernos disfrutar de lo maravilloso de tu pluma. Eres un buen escritor. Seguramente lo lograste gracias a aquella experiencia inolvidable para ti. Saludos, Pierlewis.
​

 

La vida tiene esa manía de dedicarse a sorprendernos, es bonito. Queda como un recuerdo que enriquece nuestra alma.
Me ha gustado tu relato.
Un abrazo.

 

Gracias por pasar a leerme luna, es siempre un placer para mi encontrarme con tus comentarios. En verdad, Perú es un país maravilloso, espero que pronto tengas la oportunidad de ir. Saludos.

 

Muchas gracias por pasar y también por estas amables palabras. El tema del amor es complejo, un amor puede ser gozo o puede ser dolor. Pero siempre es algo bueno, y creo que es maravilloso cuando funciona como motor del alma. Nuevamente gracias por pasar y leerme. Espero que nos encontremos en algún otro post. Saludos.

 

Exactamente, la vida tiene esas cosas. También es cierto que uno se sorprende más, cuando menos espera una sorpresa. Muchas gracias por pasar y comentar. Un abrazo.