Angel

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Ángel del eterno silencio, tú que sufriste la misma agonía que arde en lo más profundo de las entrañas de mi alma, aléjame para siempre de ese dolor que te apartó de la luz y que hoy me ciega en la oscuridad, desviándome del sendero que debo seguir.

Haz que las huellas de sus besos, así como la dulzura de su mirada, se desvanezcan sin dejar rastro en mí.

Bórralo todo: sus palabras, su voz y hasta aquel funesto San Valentín. No permitas que, en mi memoria ni en ningún otro lugar, quede vestigio alguno de lo que junto a ella creí vivir.

Ve y encuentra a Cupido; tráelo encadenado ante mí. Le arrancaré sus alas y le haré probar la misma miseria que él me está haciendo consumir. Que experimente mi llanto, que viva de mi dolor y sufra la misma agonía que mi pobre corazón tiene que sentir, porque ahora, por culpa de sus flechas… sin ella ya no deseo existir.

 

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