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Nazareth (Capitulo Uno: Nazareth Presenta)
Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 18
Veinte años. Ese es el tiempo que llevamos de matrimonio Alejandro y yo, ¿feliz? No conozco a nadie que sea feliz durante tanto tiempo, eso de la felicidad a largo plazo ha de ser un mito tan grande como el minotauro, la Biblioteca de Alejandría o el chupacabras; alguien lo inventó para darse aires de maravilla y el resto de la humanidad lo tomó como un canon, eso debe ser.
Con todo y todo, ratos buenos, regulares, malos y pésimos… Alejandro y yo hemos logrado concebir dos bellos hijos: Deborah, que es la mayor y recién cumplió sus diecisiete primaveras, está en el último año de secundaria, camino a la universidad, con excelentes calificaciones que de seguro heredó de mi lado familiar, porque del lado paterno no es mucho lo que se puede rescatar ni en cuestión de estudios ni de vidas como ejemplos a seguir. Gabriel es el menor, tiene catorce años y es el vivo ejemplo del padre, despreocupado por los afanes de la vida, aficionado a sufrir cuando es temporada de exámenes, le da lo mismo ser primer promedio de su clase o dejar los pelos en el alambre, como se dice popularmente.
Este hermoso núcleo familiar lo completamos mi esposo y yo, Nazareth, para servirles. Alejandro es oficinista de lunes a viernes, de siete de la mañana a cuatro de la tarde, árbitro de fútbol los fines de semana, aunque lo ejerce desde el sillón de la sala, crítico de cine cuando mira películas en la televisión y observador mudo de las faldas que se asoman por la calle cuando salimos. No sé cómo hace para pasar viendo la misma cosa todos los días en el trabajo, dice que está bien ahí, pero aquí entre nos, tampoco es de aspirar a mucho. A sus cuarenta y dos años se ha descuidado un poco con el peso, y tiene canas, se deja la barba durante dos semanas y luego cuando se acuerda, se da un par de navajazos que seguramente aprendió en alguna vida anterior siendo un pirata.
Luego estoy yo. Treinta y ocho años, bien cuidada para mi edad, cabello café, un metro sesenta y tres de estatura, soy lo que en el ambiente lujurioso llaman una milf. Muchas muchachas desearían tener mi aspecto cuando cumplan mi edad.
Hay dos cosas que en esta familia nunca pasarán de moda por más que llegue el fin del mundo. La primera es la belleza de las mujeres, ingrato es el que no se dé cuenta de eso. La segunda, la fe y la religión como base de una familia que ha crecido al amparo de Dios, que así sea por los siglos de los siglos.
- ¡Mamá! – se supone que Gabriel no estaba en la casa.
- Aquí estoy ¿qué necesitas, tesoro de mis arrullos?
- ¿Has visto la tarea de matemáticas? – respiro profundamente – no la encuentro en el bolso.
- Y ¿qué quieres? Fíjate donde guardas las cosas en ese desorden que tienes en el dormitorio, si fueras un poquito ordenado la encontrarías.
Diez minutos más pasaron, la maldita tarea nunca apareció, tuve que correr para ir a dejarlo al colegio y cuando llegamos, justo cuando se bajaba en el portón, recordó otra cosa.
- También tenía que entregar el trabajo de Ciencias, yo creí que era para el lunes.
Así me recibió el viernes, así recibí al fin de semana.
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